Si usted, Nicolás, tuviese alguna idea o alguna pasión por el conocimiento humano debería saber, y dudo que lo sepa, que la Universidad de Harvard es, según la mayoría de los especialistas, la mejor universidad del mundo, del orbe.
Para que tenga un parámetro de su importancia le diría que nuestra Universidad Bolivariana, por ejemplo, debe estar a unos cuantos miles (sic) de lugares de ella en esas mediciones. Es la universidad más antigua de EEUU; la de más alto presupuesto, por la que han transitado mas Premios Nobel (147) y la que tiene una biblioteca mayor (15 millones de libros) en el planeta, entre otros records.
De manera que en sana lógica el patriotismo que usted se autoatribuye debería tenerlo muy orgulloso de que dos compatriotas, Ricardo Hausmann y Miguel Ángel Santos, los autores del ya famoso artículo: “¿Hará default Venezuela?”, sean distinguidos miembros de esa muy robusta institución académica. Digamos que así como su merced suele entusiasmarse por nuestros peloteros estrellas de las Grandes Ligas, también gringas.
Incluso debería alegrarse, además, porque escriben sobre la economía venezolana pues sus calificadas opiniones (tan calificadas que esta vez parece que golpearon nuestros ya muy maltrechos bonos estatales) nos ayudan, a pesar de que usted no las comparta, a enriquecer el triste debate nacional. Así, aunque le parezca raro, funciona la dinámica del saber: por oposiciones y coincidencias, por ensayo y error, por hipótesis y falseamientos, síntesis provisorias… en libertad absoluta sobre todo. La ciencia es el contrario exacto del dogma y el totalitarismo.
Y qué ha hecho usted, pues acusar a Hausmann de bandido, mafioso, sicario, ladrón… sin un solo argumento sobre su posición, ni sobre lo que lo acusa, lo cual es una exhibición de ignorancia, despotismo y mala educación. Algo parecido a tratar de negar una proposición científica rompiéndole la jeta al proponente. Además ha demostrado una intensa vocación policial, de policía de rolo, amenazándolo por sus conceptos con acciones judiciales y en definitiva con cárcel que, como se sabe, además de ser recintos infernales vienen entre nosotros frecuentemente aderezadas de tratos crueles e inhumanos y torturas.
No dirá que no es una pelea con armas muy disparejas, la inteligencia y la escritura y la cachiporra y la pistola.
No dejamos de reconocer que el artículo en cuestión es contundente. Y no tanto porque diga que no hay dólares suficientes para pagar la deuda pública y a los burlados proveedores de vuelos aéreos y material quirúrgico, o unos u otros, sino que su gobierno va seguramente a optar, por horror al default, por la primera opción en detrimento de las vitales necesidades del pueblo venezolano. Cuando en realidad hay otras posibilidades menos crueles para nuestros sufridos conciudadanos, pero que implican conocimientos y un arrojo ético que nunca han sido moneda corriente en el espíritu chavista, que tantos desastres, arbitrariedades y corruptelas ha cometido contra los bienes terrenales de la nación.
Aunque, oiga, de repente no sería nada malo que pensara en ello. Pregúntele al pajarito. O en su defecto que algunos economistas colorados rebatan teóricamente la tesis en cuestión, así no sean de Harvard ni tan oídos en los mercados globalizados.
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