Dos tiempos de una misma dinámica coexisten en el drama venezolano. Por un lado el tiempo lento del desencanto y el deterioro del apoyo al proyecto chavista y del aprendizaje opositor y la construcción de una alternativa.
Por: Vladimiro Mujica/TalCualDigital
Las informaciones de muy diversas fuentes que testimonian el deterioro del amarre popular de la revolución chavista son profusas y numerosas. Hace sólo unos días un amigo que participa en una organización ligada a los Consejos Comunales me refería un diálogo entre chavistas.
Entre las frases que se escapaban de los preocupados asistentes estaban: "Esto ha perdido el rumbo"; "La crisis eléctrica era mucho más grave de lo que pensábamos"; "Le hemos dado mucho poder a la gente sin ninguna preparación"; "¿Hacia dónde va este proceso?".
A eso se le une una historia sobre un humillante encuentro con un odontólogo infantil cubano asignado al área y quien sólo contaba con instrumentos de extracción.
Interrogado sobre el porqué de la ausencia de otros instrumentos, el dentista replicó que con los niños venezolanos que él atendía el único procedimiento posible era la exodoncia por que los dientes eran irrecuperables. "Yo no sabía que ustedes estaban tan mal", concluyó lapidario el profesional isleño. Una pequeña historia entre muchas.
A la desesperanza in crescendo por las evidencias de la farsa revolucionaria se le une la incertidumbre ante lo que aparece como alternativa en el lado opositor.
Las elecciones del 26S son una puerta al cambio, pero la percepción de que nos hemos quedado cortos en hablarle a todo el país, en unificarlo más allá del espacio opositor, es muy clara. La persistencia de un espacio enorme de indecisos Ni-Ni nos lo recuerda todos los días.
En el otro lado del espectro, los sectores más extremistas del chavismo adelantan una estrategia muy agresiva de control de la sociedad.
Sabedores de que el apoyo popular se desvanece, actúan en todos los espacios para atemorizar, controlar y reprimir. El último ejemplo de esta dinámica es la toma de Globovisión a través de una truculenta manipulación judicial y económica para hacerse con acciones de la empresa por vía de la intervención del Banco Federal.
Dos tiempos de una misma dinámica que coexisten en el drama venezolano. Por un lado el tiempo lento del desencanto y el deterioro del apoyo al proyecto chavista y del aprendizaje opositor y la construcción de una alternativa.
Por otro lado el tiempo rápido de avance hacia el control total de la sociedad en un proceso que pareciera discurrir sin barreras.
Cómo transformar el descontento creciente en un movimiento con orientación y dirección política es la pregunta que sigue sin respuesta. Desde aquí el 26S se ve prometedor pero insuficiente.
Es indispensable comenzar a ocupar el espacio que acerca a los disidentes del chavismo con la oposición democrática. La protesta de la gente puede tener un tono mucho más sonoro que cualquier medio de comunicación si se logra que se exprese.
No importa si hay que recurrir a la vuvuzuela, nuestra adaptación tropical de la vuvuzela surafricana para convocar la protesta cuando la hegemonía comunicacional, el sueño de Izarra, termine de imponerse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario