Enviado por: Mariolga
Por: Marcelo Stiletano/La Nación
Poco tiempo atrás, la cadena norteamericana CBS montó en uno de los más importantes hoteles-casino de Las Vegas un espacio promocional en el que se invitaba a los consumidores a tomar contacto por primera vez con la experiencia de ver televisión en 3D.
La iniciativa dio lugar a un sondeo, cuya primera conclusión resultó más que significativa: las dos terceras partes de los encuestados reconocieron que su próximo televisor estará equipado con esa tecnología. Un nuevo mundo con tres dimensiones que comenzaron a desplegarse al compás de las jugadas y los goles del Mundial. Se sabe que el deporte es siempre una expresión de avanzada en la exploración de nuevos horizontes televisivos, ya que gracias a acontecimientos como Sudáfrica 2010 los medios tecnológicos logran ponerse a prueba plenamente. En este sentido, las transmisiones en vivo con tecnología 3D de algunos de los partidos del Mundial se convirtieron en atracción irresistible a lo largo del mundo, y en los tramos finales llegaron también a la Argentina.
Días antes del comienzo de Sudáfrica 2010, Cablevisión convocó a la prensa especializada para anunciar que su red ya estaba en condiciones de hacer transmisiones en 3D. Había que ponerse los anteojos y disponerse a ver unos minutos de la película La era de hielo 3 en televisores Sony (los mismos que se utilizaron para la encuesta de Las Vegas) para sacar tempranas conclusiones. La primera tenía que ver con la ubicación: para ver tele en 3D hay que estar lo más lejos posible del televisor. La segunda se relaciona con la atención: si las acciones se aceleran, los personajes tienden a convertirse en haces de luz en movimiento, la imagen empieza a distorsionarse y el dolor de cabeza puede estar al caer. Más allá de eso, la imagen es incomparable y la sensación de estar dentro de la aventura, poderosa e irresistible.
Cuando el experimento llegó al fútbol y al Mundial, buena parte de esas sensaciones quedaron corroboradas, aunque en este caso pudieron verse en un cine, con las mismas imágenes que estuvieron al alcance de televidentes de muchos otros países del mundo.
Argentina-Alemania se exhibió en 3D, al igual que las semifinales y la final (The Other Screen y Sony encararon esta iniciativa con carácter experimental, sólo por invitación), y la experiencia dejó en claro que un partido de fútbol en vivo puede seguirse como si el espectador ocupara cómodamente el lugar de un juez de línea o del mismo camarógrafo.
La cercanía del juego, atrapada desde distintos planos y ángulos, refuerza y entrega en plenitud esa maravillosa sensación de profundidad que ofrece la visión en tres dimensiones, con jugadores de perfil recortado moviéndose en el campo de un modo nunca antes visto. Pero el fanático del fútbol sentirá retaceada la mirada de conjunto sobre el campo de juego, que termina potencialmente deformada (como dijimos antes) cada vez que una acción toma velocidad.
Tal vez otros deportes (¿el golf?) estén por sus características más abiertos al aprovechamiento pleno de estas nuevas posibilidades de emisión en vivo, lo mismo que algunos recitales musicales. Queda claro a primera vista que el reino del 3D es, a la vez, el reino de la posproducción, de la cuidada elaboración de contenidos que no tardarán en maravillar al televidente. Las puertas están abiertas, así como las grandes preguntas.
La mayor incógnita pasa por el uso de los anteojos especiales y el riesgo de aislamiento que puede desprenderse del forzoso empleo de ese accesorio. Pero más allá de los reparos estamos frente a un camino que se presenta casi inexorable. La experiencia de ver televisión ya ingresó en una nueva dimensión.
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