Deben andar perplejas las mentes de la izquierda comunista planetaria, ahora que en Cuba comienza tímidamente pero comienza la restitución del capitalismo. Son las mismas mentes que no alcanzan a entender la trascendencia de lo que ocurre en China
Por: Enrique Ochoa Antich/TalCualDigital
Deben andar perplejas las mentes de la izquierda comunista planetaria, ahora que en Cuba comienza tímidamente pero comienza la restitución del capitalismo. Son las mismas mentes que no alcanzan a entender la trascendencia de lo que ocurre en China.
Tuve el privilegio de visitar China, invitado por su gobierno, a mediados de los 90, cuando su revolución capitalista recién andaba de pantalones cortos.
Interrogué a sus funcionarios acerca de las reformas y los escuché explicarme en detalle sus planes: liberalización del mercado de trabajo, concesiones al capital extranjero, bajísimas cuando no inexistentes tasas impositivas, etc.
Todo ello ha llevado no sólo a que China se convierta en la segunda potencia económica mundial, sino a la conformación de una clase media poderosa y a que no menos de 400 millones de chinos salieran de la pobreza. Todo gracias al... capitalismo.
Así se lo dije a mis interlocutores: el capitalismo llegó para quedarse; de acuerdo al más básico materialismo histórico, esos cambios en la base económica han de expresarse en la superestructura política; la nueva y poderosa clase media pedirá pronto un espacio bajo el sol en el terreno de la política lo que hará inevitable el pluralismo y la democracia.
Así, al Partido Comunista no le quedará sino cumplir el rol de los reyes durante la revolución industrial y el origen del capitalismo en Europa: ser el pivote del tránsito del feudalismo al capitalismo (que la China comunista antes de los 90, como Cuba hoy, no era sino una sociedad más o menos feudal) y luego ser desplazado por el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas y por el nacimiento de una nueva burguesía.
Será una curiosidad de la historia moderna que los regímenes comunistas, que se pretendieron como la negación del capitalismo, hayan terminado por ser los garantes de su restitución.
Tal vez esta elipse histórica se haya debido al hecho de haber violentado un principio marxista elemental: al socialismo se llegaría según Marx luego de que las fuerzas productivas capitalistas (y por tanto la democracia burguesa incluida) se desarrollaran en todo su ímpetu.
Saltarse esta etapa fue la estrategia antimarxista del Lenin de "Las tesis de Abril" que consideraba concluida la revolución burguesa iniciada en Rusia ¡sólo tres meses antes!, y fue esta violación del dogma ¡por parte de sus cancerberos! lo que hizo que esas sociedades terminasen 50 años después en el punto de partida: la revolución capitalista.
Eso ha comenzado a ocurrir en Cuba. Cuando se admite la beligerancia de las fuerzas del mercado, ya no hay marcha atrás. El torrente de la historia arrastrará lo que queda de tinglado comunista para poner las cosas en su sitio, es decir, en la necesidad de desarrollar las fuerzas productivas capitalistas y la democracia liberal burguesa, único modo de que haya abundancia para que se reparta la riqueza y no la escasez y para que el sueño socialista sea, como escribió Engels, el reino de la libertad y no esos engendros totalitarios, esos regímenes policiales que en su nombre plagaron la mitad del planeta durante el siglo XX.
Por: Enrique Ochoa Antich/TalCualDigital
Deben andar perplejas las mentes de la izquierda comunista planetaria, ahora que en Cuba comienza tímidamente pero comienza la restitución del capitalismo. Son las mismas mentes que no alcanzan a entender la trascendencia de lo que ocurre en China.
Tuve el privilegio de visitar China, invitado por su gobierno, a mediados de los 90, cuando su revolución capitalista recién andaba de pantalones cortos.
Interrogué a sus funcionarios acerca de las reformas y los escuché explicarme en detalle sus planes: liberalización del mercado de trabajo, concesiones al capital extranjero, bajísimas cuando no inexistentes tasas impositivas, etc.
Todo ello ha llevado no sólo a que China se convierta en la segunda potencia económica mundial, sino a la conformación de una clase media poderosa y a que no menos de 400 millones de chinos salieran de la pobreza. Todo gracias al... capitalismo.
Así se lo dije a mis interlocutores: el capitalismo llegó para quedarse; de acuerdo al más básico materialismo histórico, esos cambios en la base económica han de expresarse en la superestructura política; la nueva y poderosa clase media pedirá pronto un espacio bajo el sol en el terreno de la política lo que hará inevitable el pluralismo y la democracia.
Así, al Partido Comunista no le quedará sino cumplir el rol de los reyes durante la revolución industrial y el origen del capitalismo en Europa: ser el pivote del tránsito del feudalismo al capitalismo (que la China comunista antes de los 90, como Cuba hoy, no era sino una sociedad más o menos feudal) y luego ser desplazado por el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas y por el nacimiento de una nueva burguesía.
Será una curiosidad de la historia moderna que los regímenes comunistas, que se pretendieron como la negación del capitalismo, hayan terminado por ser los garantes de su restitución.
Tal vez esta elipse histórica se haya debido al hecho de haber violentado un principio marxista elemental: al socialismo se llegaría según Marx luego de que las fuerzas productivas capitalistas (y por tanto la democracia burguesa incluida) se desarrollaran en todo su ímpetu.
Saltarse esta etapa fue la estrategia antimarxista del Lenin de "Las tesis de Abril" que consideraba concluida la revolución burguesa iniciada en Rusia ¡sólo tres meses antes!, y fue esta violación del dogma ¡por parte de sus cancerberos! lo que hizo que esas sociedades terminasen 50 años después en el punto de partida: la revolución capitalista.
Eso ha comenzado a ocurrir en Cuba. Cuando se admite la beligerancia de las fuerzas del mercado, ya no hay marcha atrás. El torrente de la historia arrastrará lo que queda de tinglado comunista para poner las cosas en su sitio, es decir, en la necesidad de desarrollar las fuerzas productivas capitalistas y la democracia liberal burguesa, único modo de que haya abundancia para que se reparta la riqueza y no la escasez y para que el sueño socialista sea, como escribió Engels, el reino de la libertad y no esos engendros totalitarios, esos regímenes policiales que en su nombre plagaron la mitad del planeta durante el siglo XX.
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