El título no nos pertenece, es una frase de la fina pluma de José Vicente Rangel con la cual designa la política de la oposición, en su artículo del lunes de Últimas Noticias.
Hay también "fiera", "cloacal", "sordidez intelectual", "fascista" y otras alhajas. Lo peculiar es que termina su libelo llamando al debate de ideas, a dignificar la política y ponerla a la altura de la elevada conciencia actual de nuestro pueblo.
Lo cual no deja de ser paradójico, dadas las vehemencias de sus premisas.
Pero nosotros siempre hemos notado esa alma doble, escondida detrás de la cara tiesa e inmutable, de jugador de póker del ciudadano. Un día habla de diálogo necesario y otro inventa conspiraciones truculentas de inmediata ejecución, casi siempre con magnicidio y feroces mecanismos de desestabilización.
Que por azar o intervención divina, suponemos, nunca se han cumplido. Y quien pide compostura a la oposición por sus irresponsables acusaciones hizo parte de su nombradía pública lanzando semanalmente toneladas de denuncias muy poco fundadas contra cualquiera, en la vieja república.
Por cierto que en estas breves líneas recuerda, cuándo no, los sucesos de aquel abril tumultuoso, el de Carmona. Allí señala que si bien hubo cierta represión, unos coscorrones y un zafarrancho frente a la embajada cubana, no se imagina usted la furia fascista, pinochetista, que hubiese venido si no resucita el Caudillo y que no escapa a su capacidad profética. Pero es bueno recordar que allí funcionaron también la cara y la cruz de su peculiar identidad: al parecer pidió en Miraflores que los presentes se inmolaran como Allende y al día siguiente le declaró a un periodista que no había habido golpe, sino pronunciamiento militar, y que él iba a dedicarse a su familia y al provechoso oficio del periodismo.
Cosa seguramente bastante más sensata.
Pero el artículo en cuestión tiene como epicentro a Makled, tema tabú para el régimen y que nadie sabe a dónde va a parar: al silencio producto de la habilidad sepulturera de nuestro Poder Judicial o a algún infiernito de amplio espectro internacional. Pues bien, el culpable de esto último sería la oposición que ha convertido a un delincuente en político y se suma al coro de potencias extranjeras que atentan contra la patria (EEUU, Inglaterra, España, medios latinoamericanos, computadoras trucadas). Y, vea usted, nosotros que pensábamos que la oposición ha sido parca ante semejantes tumbarranchos.
Que era flagrante, a ojos vista, que alguien le había dado al bandido líneas aéreas, puertos nacionales, carnets oficiales, acceso a pistas de despegue privilegiadas y otras concesiones de diverso tipo y había recibido de éste ayudas políticas y personales de muchos ceros. Sin ir más lejos en la especulación. En cuanto a los supuestos socios internacionales y sus servicios secretos uno tiene la sensación de que es muy posible que sepan todo lo que hay que saber sobre el caso, sin mayor ayuda de la oposición vernácula que nunca se ha demostrado muy diestra en estos afanes.
Habría que ver quién termina en la letrina con este asunto propicio a los males intestinales.
Hay también "fiera", "cloacal", "sordidez intelectual", "fascista" y otras alhajas. Lo peculiar es que termina su libelo llamando al debate de ideas, a dignificar la política y ponerla a la altura de la elevada conciencia actual de nuestro pueblo.
Lo cual no deja de ser paradójico, dadas las vehemencias de sus premisas.
Pero nosotros siempre hemos notado esa alma doble, escondida detrás de la cara tiesa e inmutable, de jugador de póker del ciudadano. Un día habla de diálogo necesario y otro inventa conspiraciones truculentas de inmediata ejecución, casi siempre con magnicidio y feroces mecanismos de desestabilización.
Que por azar o intervención divina, suponemos, nunca se han cumplido. Y quien pide compostura a la oposición por sus irresponsables acusaciones hizo parte de su nombradía pública lanzando semanalmente toneladas de denuncias muy poco fundadas contra cualquiera, en la vieja república.
Por cierto que en estas breves líneas recuerda, cuándo no, los sucesos de aquel abril tumultuoso, el de Carmona. Allí señala que si bien hubo cierta represión, unos coscorrones y un zafarrancho frente a la embajada cubana, no se imagina usted la furia fascista, pinochetista, que hubiese venido si no resucita el Caudillo y que no escapa a su capacidad profética. Pero es bueno recordar que allí funcionaron también la cara y la cruz de su peculiar identidad: al parecer pidió en Miraflores que los presentes se inmolaran como Allende y al día siguiente le declaró a un periodista que no había habido golpe, sino pronunciamiento militar, y que él iba a dedicarse a su familia y al provechoso oficio del periodismo.
Cosa seguramente bastante más sensata.
Pero el artículo en cuestión tiene como epicentro a Makled, tema tabú para el régimen y que nadie sabe a dónde va a parar: al silencio producto de la habilidad sepulturera de nuestro Poder Judicial o a algún infiernito de amplio espectro internacional. Pues bien, el culpable de esto último sería la oposición que ha convertido a un delincuente en político y se suma al coro de potencias extranjeras que atentan contra la patria (EEUU, Inglaterra, España, medios latinoamericanos, computadoras trucadas). Y, vea usted, nosotros que pensábamos que la oposición ha sido parca ante semejantes tumbarranchos.
Que era flagrante, a ojos vista, que alguien le había dado al bandido líneas aéreas, puertos nacionales, carnets oficiales, acceso a pistas de despegue privilegiadas y otras concesiones de diverso tipo y había recibido de éste ayudas políticas y personales de muchos ceros. Sin ir más lejos en la especulación. En cuanto a los supuestos socios internacionales y sus servicios secretos uno tiene la sensación de que es muy posible que sepan todo lo que hay que saber sobre el caso, sin mayor ayuda de la oposición vernácula que nunca se ha demostrado muy diestra en estos afanes.
Habría que ver quién termina en la letrina con este asunto propicio a los males intestinales.
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