jueves, 18 de agosto de 2011

¡Escasez!/Teodoro Petkoff 18ago11


Por: Teodoro Petkoff/TalCualDigital
Un viejo chiste de otras épocas contaba que cuando llegó lo que por entonces se conocía como "socialismo" (es decir el modelo soviético) a Arabia Saudita al poco tiempo se produjo una escasez de arena. El chascarrillo aludía a la inviabilidad y fracaso inexorable de las economías totalmente estatizadas y fuertemente centralizadas en sus procesos de toma de decisiones de todo tipo, pero en particular las económicas.
La economía soviética, ya en condición terminal pocos años antes del derrumbe, tenía entre sus rasgos sobresalientes el de la escasez generalizada de todos los bienes y servicios de uso masivo. Cuba vivió primero de la caridad soviética y ahora de la chapista, y de las condiciones de devastación económico-social en que se encuentra nadie ha hablado con mayor crudeza que el propio Raúl Castro. La escasez constituye también un rasgo característico de la vida social cubana.
Por supuesto, en el modelo soviético-cubano los precios eran y son fijados burocráticamente, desde la oficina central de planificación y por lo general guardan muy poca o ninguna relación con los costos, de modo que ni siquiera empresas subsidiadas por el Estado, al igual que los bienes que producen, pueden aguantar mucho tiempo esta situación porque el Estado mismo no puede con esa carga indefinidamente, y terminan por ir cerrando sus puertas o disminuyendo su producción.
La escasez se instala definitivamente como parte estructural de ese modelo económico de producción dirigida desde el Estado. En buena medida eso fue lo que tumbó a la URSS y su imperio.
La economía venezolana, "por ahora", no reproduce completamente el modelo soviético-cubano. No está totalmente estatizada y cuenta con una inagotable provisión de dólares que le permite importar masivamente bienes y servicios extranjeros, lo cual hace que la escasez no posea, todavía, características catastróficas. Pero se aplican algunas de esas recetas que poco a poco la van acercando a aquel paradigma. Recetas, por lo demás, no sólo propias del comunismo sino heredadas también del populismo latinoamericano, que siempre atribuyó a los controles de precios la mágica virtud de abatir la inflación. Estos controles han ido destruyendo progresivamente parte del aparato productivo nacional porque congelan precios durante periodos prolongados y colocan a los productores ante la perspectiva de producir a pérdida y finalmente bajar las santamarías. De hecho, el número de empresas manufactureras se ha reducido a menos de la mitad respecto de 1998. De modo que la oferta interna de bienes y servicios ha venido desapareciendo de los anaqueles, sin que las masivas importaciones puedan sustituirla completamente. Resultado: escasez. Pero, para colmo, se ha aprobado una "ley de costos y precios justos" que constituirá un salto mortal hacia la estatización total del mecanismo de fijación de precios, con lo cual los de mercado serían definitivamente sustituidos por la burocracia central y el resultado, a un breve mediano plazo, será la destrucción definitiva del aparato productivo y comercial interno y una expansión del Estado como administrador desde la industria petrolera hasta los kioscos de ventas de periódicos. Precisamente de esta pesadilla es que están tratando de devolverse los cubanos. Pero el Presidente no se ha dado cuenta y sigue creyendo en los pajaritos preñados de los controles estatales de precios, costos y salarios. 

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