Domingo Alberto Rangel, genio y figura, en una entrevista reciente en el semanario La Razón arremete contra todo bicho viviente (Chávez, Gadafi, los militares, los corruptos del día, los economistas académicos...), pero en ella aparece una frase que nos sorprendió realmente, viniendo de ese insurrecto irredimible: la oposición ha resultado más seria de lo que se esperaba.
Bueno, de eso queremos hablar.
En todas las encuestas, me imagino que salvo en las de Jesse Chacón, las buenas y las malas, la Oposición aparece de lo más apreciada por los encuestados. Lo cual es un gran logro si pensamos en aquellos años en que salió hecha un guiñapo de golpes, paros y abstencionismos fallidos. Con una imagen triste en el exterior, hasta en quienes de bían ser nuestros naturales aliados, los buenos demócratas, y encerrada en un dilema interno irresoluble: si votaba se hacía cómplice del despotismo, si se abstenía le entregaba todos los poderes y, por último, los planes B ya no eran sino un amargo recuerdo, espulgadas las Fuerzas Armadas y deteriorados completamente los aparatos sindicales nacionales. De ese abismo se empezó a subir la cuesta y a perfilar la llamada vía democrática que poco a poco nos hizo ser una fuerza similar al chavismo y recuperar unas cuantas trincheras: gobernaciones, alcaldías, parlamentos y hasta obtener una victoria en un referéndum siniestro.
Pero ahora vamos por el Poder, a secas. Y, estamos seguros, estamos en las mejores condiciones para obtenerlo.
Ante todo porque hemos logrado un milagro mayor que la sanación de Esteban por José Gregorio y otras fuerzas cósmicas, la unidad plena de cuantos han comprendido que salir de esta pesadilla es el objetivo político que condiciona cualquier otro, incluso la posibilidad de que pueda enfrentarse lealmente la diversidad opositora. Y esa unidad se ha demostrado férrea y camina con pasos seguros: candidatos varios para las primarias que son capaces hasta de debatir en público sin aludir a sus madres o apelar a los adjetivos con hojillas. Y, en general, cada chivo a su manera, con un estilo político que parece haber recuperado los hábitos de la civilidad y los mandamientos del Manual de Carreño.
Y al parecer, se han olvidado esos dos latiguillos que enemigos de diversa procedencia, hasta del vecindario, no dejaban de repetir. La oposición no tiene programa y tampoco tiene líderes. Pues vea usted la cantidad de proposiciones que casi a diario ponen en circulación los candidatos que se suman a aquellas mayores que desde hace rato son lugares comunes, como la separación de poderes, el relanzamiento de la productividad endógena y el empleo o el de no juntarse con malandros en política exterior, las que permitieron la hazaña unitaria.
Y si quieren rostros pues ahí están y con mucha preparación, sobre todo si el término de comparación es la dirigencia del PSUV, con imagen y evidentes ganas y energía para hacer. Y nos parece que el tono de la MUD ha sido, en términos generales, el correcto, el de Ramón Guillermo, sus elegantes corbatas, su estilo académico, su experiencia política y su afición beisbolera.
Claro, siempre se dirá que la MUD es blanda y no le dice a Chávez, con una gallina en la mano, mira regordete salte pa’l medio. Y otros que dirán que partido es partido así le cambien el motor. O que lo de Arria en La Haya es la eterna loquetera. Bueno, qué se hace. Hipercríticos y funestos agoreros los habrá hasta el fin de los días.
Bueno, de eso queremos hablar.
En todas las encuestas, me imagino que salvo en las de Jesse Chacón, las buenas y las malas, la Oposición aparece de lo más apreciada por los encuestados. Lo cual es un gran logro si pensamos en aquellos años en que salió hecha un guiñapo de golpes, paros y abstencionismos fallidos. Con una imagen triste en el exterior, hasta en quienes de bían ser nuestros naturales aliados, los buenos demócratas, y encerrada en un dilema interno irresoluble: si votaba se hacía cómplice del despotismo, si se abstenía le entregaba todos los poderes y, por último, los planes B ya no eran sino un amargo recuerdo, espulgadas las Fuerzas Armadas y deteriorados completamente los aparatos sindicales nacionales. De ese abismo se empezó a subir la cuesta y a perfilar la llamada vía democrática que poco a poco nos hizo ser una fuerza similar al chavismo y recuperar unas cuantas trincheras: gobernaciones, alcaldías, parlamentos y hasta obtener una victoria en un referéndum siniestro.
Pero ahora vamos por el Poder, a secas. Y, estamos seguros, estamos en las mejores condiciones para obtenerlo.
Ante todo porque hemos logrado un milagro mayor que la sanación de Esteban por José Gregorio y otras fuerzas cósmicas, la unidad plena de cuantos han comprendido que salir de esta pesadilla es el objetivo político que condiciona cualquier otro, incluso la posibilidad de que pueda enfrentarse lealmente la diversidad opositora. Y esa unidad se ha demostrado férrea y camina con pasos seguros: candidatos varios para las primarias que son capaces hasta de debatir en público sin aludir a sus madres o apelar a los adjetivos con hojillas. Y, en general, cada chivo a su manera, con un estilo político que parece haber recuperado los hábitos de la civilidad y los mandamientos del Manual de Carreño.
Y al parecer, se han olvidado esos dos latiguillos que enemigos de diversa procedencia, hasta del vecindario, no dejaban de repetir. La oposición no tiene programa y tampoco tiene líderes. Pues vea usted la cantidad de proposiciones que casi a diario ponen en circulación los candidatos que se suman a aquellas mayores que desde hace rato son lugares comunes, como la separación de poderes, el relanzamiento de la productividad endógena y el empleo o el de no juntarse con malandros en política exterior, las que permitieron la hazaña unitaria.
Y si quieren rostros pues ahí están y con mucha preparación, sobre todo si el término de comparación es la dirigencia del PSUV, con imagen y evidentes ganas y energía para hacer. Y nos parece que el tono de la MUD ha sido, en términos generales, el correcto, el de Ramón Guillermo, sus elegantes corbatas, su estilo académico, su experiencia política y su afición beisbolera.
Claro, siempre se dirá que la MUD es blanda y no le dice a Chávez, con una gallina en la mano, mira regordete salte pa’l medio. Y otros que dirán que partido es partido así le cambien el motor. O que lo de Arria en La Haya es la eterna loquetera. Bueno, qué se hace. Hipercríticos y funestos agoreros los habrá hasta el fin de los días.
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