Editorial Tal Cual
Ya lo habíamos previsto, la enfermedad del Gran Jefe no le deja otra salida que hacer campaña a través de la TV y en cadena. Y como el sujeto no tiene sentido de la mesura, en inacabables cadenas.
Ya incluso se pueden establecer algunos ritmos constantes, verbigracia: el señor pasa malos días agobiado por sus quebrantos, florecen los rumores (ahora repotenciados por las redes sociales) sobre las más disímiles dolencias en riñones, huesos o cerebro, si no sobre misteriosos viajes a La Habana; luego reaparece el imbatible con algunas pruebas de fuerza mediáticas para demostrarnos que está más sano que nunca y dispuesto a enfermarnos a todos con el sobresalto que acarrea la súbita y fatídica fanfarria de entrada al encadenamiento y con el disgusto de tener en casa, a veces en la propia alcoba, un visitante indeseado. Uno huye al cable o a ver en video la película que tiene tiempo esperando y dos horas después se asoma a Globovisión en busca del noticiero y el hombre está finito, contando las anécdotas de su apasionante vida militar, durante la inauguración de la Misión Viudas de Pueblo de la Patria Querida que recibirán ciento sesenta y ocho bolívares mensuales siempre que no se vuelvan a casar ni a arrejuntarse, ni se descubran apátridas.
Todo lo dicho es superfluo, a decir verdad, porque es una vivencia auténticamente colectiva y arraigada en nuestro ser, parte de la identidad nacional. Pero es saludable quejarse periódicamente.
Ya sabemos también que existe una Teoría del Encadenamiento ampliamente desarrollada en estos trece años y que hay muy poco que agregar.Quizás se podría insistir en la variable “encadenamiento en tiempos electorales de Presidente quebrantado”. Porque como decíamos en estos días a propósito del ventajismo que acarrea la reelección inmediata en democracias tercermundistas y majunchosas, éste es inevitable. Bueno, el entuerto de las cadenas de Esteban es un ejemplo supremo. La única justificación de éstas, en general, es que el Presidente tiene que hablar a sus súbditos.
Pero, santo Cristo de La Grita, éste nos informa de todo, hasta de que tuvo una necesidad conminante de ir al water durante un acto público o de cuántas metras le rucharon en una memorable “riña” en su pueblo, hace ya medio siglo.
Pero en el caso que nos ocupa el Presidente parlanchín es también candidato en campaña. Y no hay manera humana de separar al Presidente que nos sobreinforma del candidato que quiere nuestros votos, es decir, es inseparable la falsa cifra sobre viviendas construidas del mandatario falaz de siempre del buscavotos dispuesto a todas las demagogias imaginables. Ese abuso es una desmesura impar, sólo concebible en esta militocracia torva.
Sería una muestra de candor pedir que algún poder nacional, embebidos en otras tareas apremiantes, le pida cuentas al locutor indomable. La Morales Lamuño, por ejemplo, anda preparando un remake de la Guerra Federal, bajo la égi- da de Zamora, quien además de su pasión por la sangre fue un señalado boliburgués con hacienda, esclavos, corrupto y asociado a lo peor del reinado de los Monagas (cf. Elías Pino Iturrieta), como cualquiera de los que nos rodean.
Pero, conciudadanos, no todo está perdido. Tenemos dos poderosas armas que nos pueden hacer libres: ¡El control remoto! Y, por supuesto y definitivamente, el voto de octubre.
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