Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital
El título se lo robamos al gran poeta gallego Celso Emilio Ferreiro, referido al franquismo. Porque queremos hablar de la prolongada, también nocturna y pétrea, permanencia de Chávez en el poder, sin contar sus amenazas de prolongar éste hasta que el cuerpo aguante, el suyo o el nuestro. Claro, todavía estamos lejos de las temporalidades de los déspotas árabes y los hermanitos Castro, pero no se debe olvidar que tenemos un reloj electoral nacional que nos había acostumbrado al sano hábito de saber esperar... dos añitos más, uno de ellos electoral, decíamos antes para salir de este bolsa que va a acabar con el país.
De manera que el sólo hecho de tener que lidiar con la presencia de Esteban por tanto tiempo, además por tratarse de un señor particularmente invasivo, charlatán, absolutamente torpe, autoritario y con tendencias al delirio no es una minucia vital para un buen número de compatriotas.
La génesis de este abuso con el tiempo ciudadano hay que buscarla en una palabreja maldita y antidemocrática: la reelección presidencial, tanto más abyecta si se trata de indefinida, como es el caso venezolano.
De un tiempo para acá, en el cual cobraron especial relevancia derechos humanos, organismos internacionales, expansión de la democracia que tildan de argucias de los imperios del norte y del Imperio propiamente dicho (todavía) se ha hecho obligatorio buscar fórmulas legales y mecanismos electorales viciosos para realizar el sueño de morir mandando, como lo hicieron el general Gómez o el generalísimo Francisco Franco.
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