Comayagua, Honduras -- Cuando el incendio en la Penitenciaria Nacional de Comayagua comenzó el martes por la noche, el guardia que tenía todas las llaves tuvo un ataque de pánico y desapareció. Los bomberos -muchos de ellos estacionados a cinco minutos- no recibieron la llamada de emergencia hasta casi 20 minutos después. Cuando finalmente llegaron, quedaron varados a la entrada debido a los disparos que se escuchaban desde las torres de vigilancia.
Ahora, los familiares y abogados de derechos humanos de más de 350 reos que murieron culpan de negligencia a los guardias a cargo de la prisión de Comayagua, ciudad de unos 110,000 habitantes en la zona norte de Honduras.
“Lo que tenemos claro es que las muertes pudieron haber sido evitadas siempre y cuando los candados hubieran sido abiertos”, dijo Andrés Pavón, presidente del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos de Honduras. “Hemos encontrado negligencia”.
Nuevos detalles que provocaban más preguntas que respuestas surgieron el jueves acerca de una de las peores tragedias penitenciarias en la historia y, sin duda, la mayor de América Latina. Fuentes en el Departamento de Bomberos de Comayagua dijeron a El Nuevo Herald que recibieron la primera llamada a las 10:59 p.m., casi 20 minutos después de que se iniciara el fuego.
Después, las unidades de bomberos tuvieron que esperar aún más en el portón de la entrada para no correr riesgos bajo los disparos de los guardias situados en cuatro torres.
“Cuando yo llegué aquí tras enterarme del incendio, los bomberos también estaban aquí, esperando en el portón”, dijo Laura Yanet, quien aún desconocía la suerte de su cuñado el jueves por la tarde. “Finalmente, abrieron el portón a los bomberos cuando ya todo estaba quemado”.
Funcionarios policiales desmintieron que los guardias dispararan contra los presos, tal como dijeron algunos de éstos. Fidel Tejeda, un guardia que vigilaba una de las torres, dijo que solamente dispararon al aire, en dirección al campo alrededor de la prisión.
“Esas alarmas se hacen cuando hay incendios, cuando hay una fuga”, dijo Tejeda, quien ha trabajado en la prisión por 14 años.
Pavón y las autoridades dijeron el jueves que no existía un plan para lidiar con incendios en la prisión, considerada un sitio modelo porque los reos se desempeñan en la agricultura y el cuidado de ganado. Además, las instalaciones estaban sobrepobladas: más de 830 presos en una penitenciaría con capacidad para entre 400 y 500.
Tejeda y los otros guardias en las torres no bajaron a ayudar a los presos, que gritaban para que abrieran los candados de las 10 celdas de la prisión. Según el código policial, dijo Tejeda, está prohibido bajar fuera de turno.
En total, quedaron tres guardias al cuidado de los presos. Uno de ellos vigilaba la entrada de la prisión. El que tenía las llaves, según Pavón, las tiró y salió huyendo, mientras cinco de las celdas se convertían en infiernos.
“Finalmente, uno de los presos le quitó las llaves para abrir las puertas”, dijo uno de los presos, Roseño Sánchez Méndez.
Pavón confirmó esta versión y destacó que había un plan para lidiar con una fuga, pero no para caso de incendio..
El preso que tomó las llaves, Marcos Bonilla, fue el héroe de la jornada. El jueves permanecía dentro de las instalaciones y no pudo ser entrevistado debido a que los reporteros no pueden entrar. Bonilla disfruta estatus de preliberación, lo cual le otorga privilegios especiales como salidas los fines de semana.
El jefe de la prisión fue suspendido y reemplazado por Danny Rodríguez. También fue suspendido el jefe del sistema penitenciario del país.
Las autoridades investigaban la causa del incendio el jueves, aunque varios funcionarios dijeron que creían que fue intencional. Una de las teorías principales apunta a que el fuego se desató tras una pelea entre dos presos en la celda seis.
“Hubo un pleito de dos pandilleros, peleando por un colchón”, dijo Elder Madrid, director de inteligencia de la Policía Nacional. Agregó que los cuatro sobrevivientes de la selda seis afirmaron esta versión.
La gobernadora de Comayagua, Paola Castro, negó el jueves que hubiera recibido en su celular una llamada de un reo anunciándole que incendiaría la la prisión. Esta versión circuló en los medios.
“Eso no es cierto”, dijo. “Recibí un correo de voz de un preso que decía que ‘Nos estamos quemando, hay un fuego’ ”.
Las emisoras hondureñas debatieron intensamente el jueves la posibilidad de un complot para una fuga organizada entre presos y funcionarios del penal. Pavón destacó que actualmente se están revisando las cuentas bancarias de funcionarios policiales a fin de hallar pistas sobre esta alegación.
“Todavía no se ha visto nada”, dijo Pavón.
También se investiga un posible cortocircuito.
Castro y otras autoridades dijeron que el conteo de muertos y sobrevivientes indicaba que no hubo prófugos. Sin embargo, varios hombres que se identificaron como presuntos prófugos llamaron a las emisoras para ofrecer versiones de conspiraciones.
Un informe del gobierno hondureño obtenido por la agencia AP indicó que muchos de los presos no habían sido sentenciados. Según el informe, entregado este mes a Naciones Unidas, el 57 por ciento de los reos esperaba ser procesado o había sido encarcelado bajo sospechas de que eran pandilleros.
Los cadáveres fueron transportados a la morgue de Tegucigalpa en la madrugada del jueves. Las autoridades ofrecieron transporte y hospedaje a los familiares que viajaban a la capital para esperar que los restos fueran identificados.
Danelia Ferrera Turcios, directora de la Fiscalía, dijo el proceso para identificar los cuerpos será demorado por el estado de los restos.
Afuera de la prisión, unos 100 familiares de los sobrevivientes permanecían por horas en espera de información o la oportunidad de verlos. Entre ellos estaba Digna Rosa Castro Blanco, quien dijo que su hijo, Octavio, sobrevivió.
Pero las noticias no fueron del todo agradables.
“A mi hijo no le pasó nada, Diosito mío”, dijo. “Pero el que murió fue su papá”.
NDO/El Nuevo Herald
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