Por: VenEconomía
El estado de calamidad, tantas veces denunciado en estas páginas de VenEconomía, en el que ha sido sumida Petróleos de Venezuela en estos 13 años ha dejado su huella en el desastre ecológico producido al norte del estado Monagas, tras el derrame de unos 60.000 barriles de petróleo (un millón de litros).
El accidente ocurrió el 4 de febrero en el Complejo Jusepín, donde se trata y almacena el petróleo del Campo El Furrial, luego de que reventara un oleoducto.
Según se informa, hubo varios agravantes que hicieron que el derrame se transformara en un desastre ecológico, entre ellos: 1) No funcionaron las válvulas de corte inmediato, que hubieran detenido el flujo de petróleo que venía de El Furrial. 2) Tampoco se hicieron las revisiones periódicas y el mantenimiento de las tuberías. 3) La respuesta ante la contingencia fue tardía. (Se dice que la gerencia demoró unas 21 horas en reaccionar). Es más, según se informa, gran parte del personal obrero y gerencial había sido llevado a Caracas para la celebración de los 20 años del Golpe de Estado fallido del 4-F-92.
Lamentablemente, ya el daño está hecho y sus nefastas consecuencias se harán sentir en la población y en el ambiente.
Para comenzar, el derrame contaminó al Río Guarapiche, del que depende el suministro del agua potable a casi 60% de la población de Maturín, la capital del estado, y el encargado de surtir el agua para riego y ganadería a toda la zona.
De entrada, el petróleo ya ha afectado gravemente el medio ambiente, destruyendo más de 10 hectáreas de flora y fauna. Peor aún, el derrame avanza, matando toda vida lacustre a su paso. Versiones extraoficiales indican que el crudo ya llegó al Río San Juan y Caripito, y en 24 horas alcanzaría al Golfo de Paria, y de allí al Atlántico.
Este desastre de Jusepín es considerado como uno de los de mayor escala por sus secuelas ecológicas y ambientales, comparables a las del Exxon Valdez en 1989 y al del Golfo de México de British Petroleum en 2010.
Como si todo esto fuera poco, el Gobierno no informa ni oportuna ni verazmente sobre un hecho tan trascendente que afecta a cientos de ciudadanos, no da explicaciones ni busca responsables, mucho menos anuncia sanciones.
La causa inmediata del derrame sería una fisura en una tubería. La causa real sería la negligencia, –el no haber inspeccionado, mucho menos reparado, los defectos que surgen con los años– y la falta de un plan efectivo de contingencia, lo que incluiría los equipos y el personal entrenado.
Lamentablemente, el “accidente” es consecuencia inevitable de la desprofesionalización de PDVSA y de una junta directiva que se preocupa más por los caprichos del presidente Chávez, que de las reales necesidades de la industria.
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