Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital
Se puede hacer de la irresponsabilidad una manera de vivir, un estilo de vida. Se puede ser de mala fe permanentemente. Culpar a los otros de nuestros errores y pecados resulta casi necesario cuando nos enfrentamos en nuestros actos a una contradicción sin salida coherente.
Por ejemplo declararse revolucionarios, valga decir, transformadores radicales de formas económicas, instituciones políticas e ideas imperantes y, por otra parte, verse obligados por las circunstancias a simular algún respeto a éstas y a manipularlas pragmáticamente para sus intereses más inmediatistas y bastardos. Entonces se apela a la mentira, la trampa y al desconocimiento de toda responsabilidad, he aquí el punto a tratar, por cualquier falta. Tal es la enfermedad moral de nuestros revolucionarios.
Siempre hay un culpable de nuestros errores y fechorías. Unos casi permanentes como el Imperio, la Cuarta República, la Oposición fascista y apátrida o los engaños de los malditos Medios. No importa la verosimilitud de las acusaciones, mentir es parte de la táctica mórbida. Hasta la locura: el Imperio es el agente cancerígeno de nuestros líderes progresistas, ha tenido las bolas de decir el propio Jefe Único. Pero es cotidiano el mecanismo, basta referirse a los días recientes.
Ahora resulta que la piratería, la ineficiencia y la corrupción de la nueva Pdvsa, que de verdad es nueva, no es la causante de las catástrofes petroleras que azotan nuestra ecología y el cotidiano vivir de nuestra gente sino saboteo desestabilizador,suponemos que de Ramón Guillermo Aveledo y Henrique Capriles o directamente de la omnipresente CIA o vaya a saber usted de quién. Las largas horas en que manó el petróleo en tierras y ríos de Monagas o Anzoátegui, sembrando la muerte de aguas, especies y cultivos no tiene nada que ver con la ausencia de previsión y la capacidad de respuesta de la otrora empresa modélica mundialmente.
La reciente ola de invasiones a tierras, empresas o viviendas nada tiene que ver con un Gobierno que ha hecho de la expropiación ilegal y a lo bestia, robo lo llaman ahora, una de sus prácticas más constantes y exhibicionistas: ¡exprópiese¡ En época electoral hay que decir que no pueden venir sino de las huestes del otro candidato que tienen años condenando tan arteras y demagógicas prácticas delictivas.
O, una modalidad específica, hacerse los locos con los atropellos que sus bandas paramilitares cometen a cada vuelta de esquina contra las universidades autónomas ya verdaderamente martirizadas por sicarios insertos en los campos académicos, es cosa de desconocidos y hasta pueden desautorizarlos en ocasiones apremiantes, provistos de armas de guerra reservadas a nuestra gloriosa Fuerza Armada y que ha recibido numerosas veces la bendición pública del Presidente y muchos de sus cómplices mayores.
La Guerra del Rodeo que puso en jaque la majestad del Estado que tuvo que hablar de tú a tú con los aguerridos pranes no tiene otro indiciado que Globovisión, canal que no hizo sino lo que todo periodista hace, informar de la singular batalla y la ineptitud del Gobierno para manejar cárceles donde reina el horror y la muerte.
Usted seguramente puede multiplicar los ejemplos hasta llenar innumerables legajos. Pero lo importante es caer en cuenta que estos no son traspiés o brutalidades, que además abundan, sino una manera esencial de ver la política, la moral y la vida toda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario