Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital
Vamos a ser francos, nadie sensato piensa que el presidente Chávez es muy docto en algunos asuntos principales de la vida de la República
Sus virtudes de mando son otras: una innegable excelencia teatral, que compensa lo anterior, para simular el conocimiento y tutelaje de todo cuanto acaece en su gobierno y cuya mejor muestra son los recientes gabinetes televisados; su manejo certero y eficaz de aquellas teclas que baten el cobre, los resortes del poder, desde el amor del pueblo hasta los murmullos de los casinos militares, sin olvidar las técnicas bastante rudas para mantener a raya al enemigo apátrida.
Pero sea lo que sea su arte de mando, el país se acostumbró a sentir que el señor estaba en todas partes y a toda hora, hasta en sus cotidianas conversaciones y en lo profundo de sus sueños. Para que no decayera esa sensación de omnipresencia el Hermano mayor ha solido entrar sin invitación en nuestros hogares, un día sí y otro no, para encadenarnos por varias horas.
Por eso ahora que está cada vez más ausente al parecer la radioterapia se tomará varias semanas, probablemente en la isla, con el cansancio propio de un buen playazo (la ministra Sader), todo conspira para crear la "percepción" creciente y angustiosa de que hay algo así como un vacío de poder.
Aumentada, naturalmente, por no haber cumplido los ritos constitucionales de dejar un sustituto, así sea tan poco capaz de remedar su voluntad imperial como Jaua. Se nos dice continuamente que el Jefe manda desde cualquier parte del mundo. No, no es así. Acostumbrados durante casi tres lustros a su presencia obsesiva, a su tono estridente, a asumir la sensación de que él es el que es y los que lo rodean meras emanaciones suyas no podemos sino sentir la zozobra de su lejanía.
En realidad no nos inquietan en este plano los asuntos capitales de la nación (inseguridad mundialmente egregia, inflación, desempleo, agua turbia, corrupción ciclópea, demolición institucional, violencia paramilitar y otras minucias), al fin y al cabo con él o sin él no hay grandes cambios, sino la sospecha de que muchas órdenes salen de muchas cabezas poco contundentes y bastante invisibles y que ya no sabemos que esperar de ese pandemónium. Por eso buscamos un centro y la imaginación popular habla, por ejemplo, de cubanos embozados y maquiavélicos o, por andar en campaña incesante y remedar los arrestos del jefe, del duro de Cabello y su mirada fija en el futuro. Esto último podría ser un paliativo al desconcierto, pero entonces surgen los pérfidos rumores de una soterrada e inclemente guerra intestina entre los rojos, militares contra civiles, derechas contra izquierdas endógenas, familiares y elegidos por el dedo elector. Y parece que los numeritos no favorecen al enemigo del Gato, nunca lo han favorecido, ni en la familia pesuveca ni en Los Teques.
Hasta a algunos opositores se les ocurre que el beneficiario de esta barahúnda podría ser la política es a veces muy curiosa, el mismísimo Henrique Capriles Radonski, que está en el lugar en que debe estar y está hablando de lo que se debe hablar, prometiendo paz y progreso en medio de tanta indefinición.
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