Estoy segura de que ninguno de los que nos sirvieron a bordo tenía la menor idea de quién se trataba. Los venezolanos cerca de mi puesto me decían bajito: "¡Qué bueno que se atrevió a decirle eso!" Yo misma me asombré de mi audacia
MARTA DE LA VEGA V./TalCualDigital
En el vuelo de TACA del 9 de enero de 2013, tramo de Lima a Caracas, tuve la sorpresa de toparme con el Presidente de Uruguay, sentado en la primera fila de clase económica, asiento 7F, al buscar mi puesto, detrás suyo. No pude contenerme: "Buenos días, presidente Mujica. Es un honor saludarlo. Pero lamento mucho que vaya a Venezuela para avalar mañana un acto que es irregular, ilegal e inconstitucional".
Amablemente me respondió: "Señora, yo entiendo lo que siente. Voy a un acto diplomático. Pero es un asunto que tienen que resolver los venezolanos". Le respondí: "Sí, Presidente. Pero los gobiernos demócratas no pueden respaldar esta flagrante ruptura del hilo constitucional con toma de posesión virtual. Chávez no es demócrata aunque tenga el disfraz".
Me dijo: "No se preocupe que verá que todo se va a arreglar", dándome su mano con gesto amigable. No quise parecer fastidiosa. Le dije mi nombre y le deseé una feliz estadía en Caracas. Durante el vuelo no le hablé más; me prometí no molestarlo. Estaba leyendo y de vez en cuando se levantaba de su asiento para estirar piernas y mover brazos en el sitio. Supuse que no iba muy lejos por razones de seguridad.
Estoy segura de que ninguno de los que nos sirvieron a bordo tenía la menor idea de quién se trataba. Los venezolanos cerca de mi puesto me decían bajito: "¡Qué bueno que se atrevió a decirle eso!" Yo misma me asombré de mi audacia. Cuando aterrizamos, aún sin abrir la puerta del avión, de nuevo le hablé para despedirme. Le dije: "presidente Mujica, lo respeto mucho y lo admiro. Pero no se deje engañar. Chávez no es un demócrata, esto es una autocracia.
Soy amiga personal de Pompeyo Márquez, un gran luchador social y un guerrillero, como fue Usted. Pero un demócrata, como Usted. Ojalá pueda hablar con él en Caracas".
Me sonrió y sus ojos se achicaron, achinados y brillantes, podría decir que con mirada bondadosa pero ahora más bien la pienso de viejo zorro de la política, conocedor de los intereses uruguayos, su pelo muy canoso despeinado, sus bigotes oscuros y sus cejas pobladas, dándome una palmada en mi mejilla derecha, despidiéndose con gesto de deferencia, mientras me decía: "Mucho gusto, señora, de haberla conocido".
Viajar en vuelo comercial como turista denota modestia y uso austero de los recursos públicos uruguayos. Vestido con guayabera de lino color amarillo crema, se puso lentes oscuros para salir del avión. Vino un funcionario de Avianca-Taca: "¿Es Usted el Presidente?", preguntó, para darle la bienvenida, dirigiéndose al señor más joven que Mujica, que lo acompañaba, alto, rubio, de ojos azules.
Como yo estaba al lado le dije, mostrándolo con mi mano izquierda extendida: "No, es el señor mayor que tiene frente a Usted". Y el mismo Mujica corrigió: "Soy yo el Presidente". Le pidió que lo acompañara. Mientras se alejaron, nos retuvieron a los demás pasajeros.
También los presidentes de Bolivia y Nicaragua asistieron a esta manifestación organizada por el PSUV. Su denominador común: todos beneficiarios de la dádiva asistencialista y clientelar de Chávez. Por TV la cara seria de Mujica y su discurso breve revelaron incomodidad.
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