VÍCTOR D. MELO ZURITA | EL UNIVERSAL
Ken Ray solo toleró una carrera limpia en 5.1 innings. Entre César Jiménez y Víctor Moreno les recetaron nueve ponches en sus últimas cinco oportunidades ofensivas sin tolerar hits. Pero lo que parece haber generado mayor molestia dentro de la organización magallanera es la presión e intensidad que generó el alboroto de las más de 15 mil almas que se presentaron durante cada juego disputado en el Antonio Herrera Gutiérrez en esta final, aupadas por el anunciador Gregorio Valles.
"Hago un llamado a nuestros fanáticos en Valencia para que apoyen en todo momento como se hace allá con los Cardenales. Eso fue una locura. Nunca antes vi a la afición de Barquisimeto apoyando de esa forma", indicó ayer el manager de Magallanes, Luis Sojo, el mismo que jugó 21 temporadas y ganó cuatro títulos como pelotero con los pájaros rojos. Hasta allí, todo bien. El problema es que lo que escuchamos anoche en el audio interno del José Bernardo Pérez fue realmente detestable; una incoherencia total con el buen espectáculo que ha dado la pelota local durante toda la campaña. Qué vergüenza la falta de respeto hacia los jugadores de los Cardenales, que cuando consumían turno tenían que escuchar fragmentos de canciones que claramente pretendían ofenderlos y ridiculizarlos, y hasta podía convertirse en un acto de incitación a la fanaticada, que de hecho en los innings finales mostró brotes de violencia. Es cierto, en Barquisimeto Valles también hizo cosas fuera de lugar que al igual rechazamos, pero no se llegó a los límites que se rebasaron anoche. Ni la Liga, ni Magallanes ni nadie puede validar un bochorno como este en nuestro beisbol.
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