SIMÓN BOCCANEGRA/TalCualDigital
El ámbito deportivo es prácticamente la única actividad humana que se ve libre de la controversia política y, sobre todo, de las confrontaciones físicas agresivas que, dada la naturaleza del deporte, podrían tener lugar muy fácilmente puesto que, de por sí, el deporte es esencialmente con la excepción del beisbol un escenario donde los choques físicos son más norma que excepción. Existe una suerte de pacto tácito universal que ha protegido al deporte de los pleitos de motivación política.
La antigua URSS, ahora Rusia, y los Estados Unidos se han enfrentado decenas de veces en escenarios olímpicos y no olímpicos sin que uno pueda recordar algún zafarrancho a puñetazos. Cuba ha corrido con un poco de menos suerte porque sus equipos deportivos son seguidos en ocasiones por activistas del exilio cubano que no pierden oportunidad de buscarles pleito y tratar de agredirlos.
Ha pasado en otros sitios y pasó en Margarita, en el escenario de la Serie del Caribe, al cual Cuba, después de décadas de ausencia ha regresado, por cierto, hasta ahora sin mucha suerte deportiva en el deporte donde son reyes, el juego de pelota. La actitud de un grupo de fanáticos no del deporte propiamente, puesto que se comportaron como fanáticos activistas políticos no es aceptable bajo ningún parámetro que se quiera utilizar para medirla.
No es casual que sea el deporte el medio del cual la controversia política ha estado casi ausente. Por eso es tan repudiable y fuera de lugar la actitud del pequeño grupo que agredió (menos mal que verbalmente, aunque de no haber estado la GN quién sabe qué habría podido pasar) al equipo cubano de beisbol que está en Margarita, en la Serie del Caribe.
Más bien los fanáticos del beisbol deberíamos estar contentos de que Cuba haya retornado al beisbol caribeño porque, sin duda, su presencia le añade un toque de calidad y de emoción que nunca sobra.
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