Por: VenEconomía
Grano a grano Venezuela y sus ciudadanos están abriendo la muralla de silencio de los gobiernos y organismos internacionales ante el avance de la dictadura castrocomunista. Una tarea nada fácil.
El sector democrático de Venezuela ha tenido que hacer una lucha titánica durante años, en contra del proyecto continental de los hermanos Castro.
Es una lucha con gobiernos de la región obsecuentes con el gobierno de Venezuela, gracias a la millardada de petrodólares que alegremente les distribuyó Chávez, y ahora Nicolás Maduro. Se trata también de penetrar la barrera que, a fuerza de petrodólares y de mentiras inventadas por su poderoso aparato propagandístico, construyó Chávez en organismos internacionales tradicionales, como la OEA y Mercosur, y de otros creados a imagen y semejanza del ideario castrista, como el ALBA, Unasur y CELAC.
Han sido años de trabajo de hormiga de muchos demócratas de Venezuela y del Continente llevando a cuanta instancia internacional existe las violaciones al sistema democrático, al Estado de Derecho y a las convenciones de Derechos Humanos que acontecen en el país.
Ahora, en este febrero-marzo, con el traspaso de límites en materia de represión y violencia del gobierno de Nicolás Maduro frente a las protestas no violentas de los estudiantes y la sociedad civil, nuevos actores imprevistos se sumaron a esta lucha para romper el silencio de la comunidad internacional: la gigantesca diáspora venezolana inserta en infinidad de países en Europa, América del Norte, Centro y Sur, Asía, África y Oceanía. Una diáspora integrada en su inmensa mayoría por jóvenes que vieron cerrar las puertas de su futuro en Venezuela, por la inseguridad, la exclusión social y política y la indetenible crisis económica.
Ha sido determinante la voz de S.O.S. que estos jóvenes están regando por el mundo, para que los pueblos comprendan la lucha interna que hoy emprenden sus connacionales contra el régimen dictatorial, y para conminar a la comunidad internacional a pronunciarse contra la salvaje represión y la violación de los Derechos Humanos por parte del gobierno y para que exijan, la restitución del Estado de Derecho y el desarme de los paramilitares y grupos armados.
Hoy, mientras el país sigue convulsionado por las protestas de los jóvenes que no se rinden a la criminal represión, gobiernos, parlamentos y organismos internacionales despojan a Maduro y su gobierno de su mascarada democrática.
Entre otros, el Congreso de Chile y el de Estados Unidos, así como el Parlamento Europeo condenaron la represión del gobierno venezolano. En el Consejo Permanente de la OEA, mañana 6 de marzo, pasando por encima de los manejos dilatorios de Venezuela, se reúne para tratar la crisis del país. Y el canciller Elías Jaua, regresa de su periplo por el mundo con las tablas en la cabeza, y con el llamado del secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, a las autoridades venezolanas a que “escuchen” las demandas de aquellos que desde hace semanas se manifiestan en las calles y a que velen porque se respeten los derechos a la libertad de expresión y de manifestación.
Igual de relevante, es que horas antes Jaua había adelantado posición, desenmascarando la prepotencia y el tálate nada democrático del gobierno que representa: “Ratificamos nuestra voluntad de cumplir con la Convención Universal de los Derechos Humanos, prestos a responder cualquier requerimiento de este u otro organismo, pero no aceptamos evaluaciones, presiones ni sentencias unilaterales de gobiernos y organismos internacionales con los cuales no tenemos obligaciones”.
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