Por: Xabier Coscojuela/TalCual
La corrupción existente fue una de las excusas, la principal, quedieron para justificar el golpe de Estado de febrero de 1992. Luego de llegar al poder y que los colocaran “donde haiga” se demostró que las fibras morales de las que presumían eran mucho más endebles de lo que pregonaban.
La “revolución” devino en una gigantesca corrupción, a juzgar por lo que escriben tanto Jorge Giordani como Héctor Navarro, además de otro grupo de personas que suelen exponer sus criterios en aporrea.org. Claro que las palabras de los dos ex ministros tienen un peso mucho mayor, porque ambos compartieron por muchos años en el gabinete de Hugo Chávez.
Hay que recordar que la primera vez que Giordani habló sobre corrupción no se refería a la que existía y existe en el gobierno de Nicolás Maduro, sino a la que hizo metástasis en Cadivi durante el año 2012, cuando todavía el “comandante eterno” estaba al mando del gobierno. Fue en ese año cuando, según los numeritos de Giordani del ente que administraba las divisas, se fueron 20 mil millones de dólares a empresas de maletín, afirmación que fue ratificada por otra ministra defenestrada y que fue efímera presidenta del Banco Central de Venezuela, Edmée Betancourt.
Ahora bien, el tema de la corrupción pareciera más bien una excusa para enfrentar lo que desde la izquierda del chavismo ven como una traición al legado de Hugo Chávez.
Navarro en su carta pregunta: “¿por qué será que la derecha financiera, tanto nacional como internacional, que son a la larga quienes se benefician cuando los países se equivocan en sus políticas soberanas en materia económica, están aplaudiendo la salida de Jorge Giordani?”.
La fisura, hasta el momento la vemos así, en el chavismo se está produciendo por la izquierda. Los sectores más apegados al fracasado marxismo son los que cuestionan el viraje “pragmático” hacia el “capitalismo” que según ellos está dando la administración de Maduro. Las diferencias no son entre el presidente y Diosdado Cabello, jefe de la derecha endógena, según la afortunada definición del finado Luis Tascón. En este round, tanto el heredero como el capitán han actuado de manera coordinada. En un primer momento, trataron de pasar agachados, pero ante la misiva de Navarro parece que cambian de actitud, tal como lo demuestra la suspensión del exministro del PSUV.
Los escribidores reclaman acciones contra la corrupción como también que se den debates en el seno del PSUV, sobre temas de interés nacional como el rumbo económico, las medidas para enfrentar la inflación y la escasez, la efectividad de los programas sociales. Que se discutan todos los temas, pero pareciera que quienes tienen el poder en el partido no están interesados en ello. Hablan de democracia participativa y protagónica, pero la ejercen hacia adentro de la misma manera que lo hacen hacia el país: participan sus decisiones y las toma un cogollo cada vez más reducido, pues según Nicmer Evans otro cuestionador del viraje de Maduro, la dirección del partido hace cinco semanas que no se reúne.
Navarro le pide a Maduro que actúe como un estadista. Será que no comparte la visión de Giordani sobre su falta de liderazgo. El presidente ha dado demostraciones de no ser un estadista. La borrasca interna en el PSUV está cogiendo fuerza. Maduro afirmó ayer que no se dejará chantajear por izquierdistas trasnochados ni por gente que fracasó como ministros. Tarde piaste pajarito. Está por celebrarse, a finales de julio, el III Congreso del PSUV, veremos si allí se imponen los “pragmáticos” o los “ortodoxos”, aunque ninguno de los dos sectores es garantía de probidad y eficiencia para el país.
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