Por: Veneconomía
Para la revolución lo que hoy importa, lo que siempre ha importado, y lo que siempre importará, es la revolución. Qué se olviden aquellos que pensaban y aún creen que lo que motiva a la revolución es el pueblo y su bienestar.
Repiten que contra viento y marea y en contra de la voluntad de millones de venezolanos que se le oponen lo que hay es “más revolución”. Contra la Constitución y la voluntad popular. Contra la moral, los principios y los derechos más elementales de los ciudadanos. Montada sobre la corrupción, la incompetencia o la inoperancia. A pesar del hambre, las necesidades y la propia vida. Llueva, truene o relampagueé, lo importante es que el proceso siga adelante, se atornille y perdure por los siglos, y más allá.
Es a este “principio revolucionario” de “lealtad ante todo y antes que nada” al que están recurriendo Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Francisco Ameliach, Tareck El Aissami, y otros que siguen al lado del sucesor, frente a la rebelión en la granja que le estalló en la cara con esas cartas públicas, tan reveladoras de la podredumbre del proceso, rubricadas por Jorge Giordani, Temir Porras y Héctor Navarro, y por los twits de apoyo de entre otras Elisa Osorio (quien reclama a la Asamblea Nacional que desempolve la Ley Anticorrupción y se castigue a los corruptos), Víctor Álvarez y Rafael Isea. Todos ellos férreos acompañantes del difunto Chávez desde los inicios de su gobierno en diferentes e importantes responsabilidades.
No recurren Maduro, Cabello, Ameliach, El Aissami, y otros etcéteras, a desmentir las denuncias de corrupción, del desborde del gasto público o de la inversión en el plan Gobierno de Calle sin planificación, que menciona Giordani en su misiva. Tampoco rechazan las afirmaciones de la falta de liderazgo de Maduro, que asegura Giordani ni dan explicaciones sobre los asesores franceses de los que nada se sabe.
El argumento base para rechazar las críticas y enviar a los insubordinados al tribunal disciplinario, sin aviso ni protesto, es que la lealtad y el compañerismo son más importantes que la crítica.
Es decir, lealtades automáticas sin importar que el “compañero” sea un pillo que se lucre del erario público. Pero, esto es una verdad de Perogrullo que no debe extrañar ni a tirios ni a troyanos.
Bien claras dejó las prioridades revolucionarias Hugo Chávez en abril de 2007 cuando desde el Centro de Convenciones en Maracaibo aclamó: “No importa que andemos desnudos, no importa que no tengamos ni para comer, de lo que se trata es salvar la revolución…” O cuando en marzo de 2012, ya aquejado por el cáncer que dio fin a su vida, pidió desde Cuba lealtad con la revolución “por más fallas y descontento que alguien tenga”.
Tampoco extraña, que Giordani, Navarro y pandilla quieran deslastrarse de la culpa del desastre, ya se sabe que cuando el agua llega al cuello, las frases más recurridas son “yo no fui”, “yo no sabía” o “la culpa es de…”.
Pero, lo que si causa extrañeza, es que los que los revolucionarios en rebelión estén exigiendo derechos que ellos mismos han coadyuvado a negar al adversario político en tres lustros: Hoy los “revoltosos” exigen el derecho a la expresión, a la opinión y la crítica, piden ser oídos y ruegan por un espacio para el debate de ideas; rechazan la intolerancia, la intransigencia y las severas sanciones contra Giordani y Navarro que “violan el debido proceso”.
Ignoran estos revolucionarios que están tomando su propia medicina. La carencia de esos derechos es intrínseca de esa “revolución” que hasta ayer estaban ayudando a construir, y que por disentir del hegemón hoy cientos de venezolanos están en el exilio, pagan prisión, han dejado la vida o están sometidos a juicios espurios, acusados de traidores a la patria y vendidos al imperio.
Y mientras se invierten energías y tiempo en la rebelión de la granja, la espiral de inflación, escasez, desinversión, corrupción y violencia sigue su puja en Venezuela.
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