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El villorrio de Yambuku, localizado en la parte central de la región de Bumba en la República Democrática del Congo (RDC), en África, está ya en la historia de la salud pública porque allí se produjo en 1976 el primer brote de lo que se vino a llamar la fiebre hemorrágica de ébola.
Esta enfermedad está provocando pánico entre la gente mal informada del planeta entero, especialmente en Estados Unidos, país al que ha llegado, caminando con sus propios pies, el primer paciente norteamericano con la enfermedad y que, según últimos reportes, está mejorando.
La siguiente es una breve crónica del relato que hizo el Dr. Peter Piot, médico y microbiólogo belga, actual director de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, acerca de lo que él vivió en 1976, cuando siendo un joven microbiólogo en Amberes, Bélgica, fue enviado a Yambuku para averiguar por qué se estaban muriendo tantas personas en el pueblo, incluyendo algunas monjas belgas que trabajaban allí.
LA TRIADA
Pensamos que es muy importante conocer la historia de esta enfermedad porque es un clásico ejemplo de la llamada triada causal de una enfermedad infecciosa, algo que todos debemos saber porque es el modelo que explica una enfermedad infecciosa, desde un simple resfrío, al sida, la malaria o el dengue.
Y la razón fundamental de conocer esa triada (triada significa tres elementos), es que nos permitirá concluir si la enfermedad infecciosa en cuestión (en este caso el ébola) podría producirse en alguna otra región del mundo fuera del África.
La triada del ébola está constituida por 1.- el virus ébola o agente causante de la enfermedad, 2.- el huésped primario o sea el animal que aloja al virus y le permite que “sobreviva” en una región determinada (se piensa es el murciélago africano de la fruta) y 3.- el medio ambiente, en este caso las precarias condiciones de vida en Yambuku, que favorecieron que el ser humano se convierta en una víctima accidental del virus (huésped secundario).
El relato del Dr. Piot al diario “Financial Times” es impresionante. Dice que todo empezó el día que su laboratorio en Amberes recibió la muestra de sangre de una monja belga que había muerto en Yambuku por una fiebre que se pensaba que era fiebre amarilla. Al saberse que cientos de personas enfermaron y fallecieron de esa misteriosa enfermedad, el Dr. Piot fue enviado a Yambuku.
Cuenta Piot que para llegar a Yambuku hay que ir primero a la capital Kinshasa, de cuyo aeropuerto Ndolo debe tomarse un vuelo precario por tres horas hasta llegar a Bumba y de allí, en una trocha en medio de la selva hay que viajar cuatro horas y media por carro hasta Yambuku.
Los 60.000 pobladores de Yambuku viven en las peores condiciones sanitarias que usted pueda imaginarse y tienen costumbres tribales muy arraigadas, entre las cuales están el alimentarse de cualquier animal que se pueda cazar y cuidar a sus enfermos en casa manipulando sus vómitos, diarreas y orina a mano limpia, sin ningún tipo de protección. Cuando el enfermo muere, son las mujeres de la familia quienes preparan el entierro, llorando y abrazando al cadáver y lavando cada parte del cuerpo sin ningún tipo de protección.
EL PRIMER CASO
Del 12 al 22 de agosto de 1976, el profesor Mabalo Lokela, director de la escuelita de Yambuku, salió con un grupo de misioneros a la zona norte del pueblo. Al regresar, el 26 de agosto el profesor cayó muy enfermo con vómitos, diarreas severas y sangrado por boca, nariz y recto y es atendido en el pequeño hospital atendido por las monjas belgas. Todos pensaron que era una recaída de malaria.
Este pequeño hospital trabajaba en condiciones muy precarias y las pobres monjitas recibían solo cinco jeringas con sus agujas para todo el día y dado el gran número de enfermos que atendían, tenían que reusar una y otra vez sus jeringas para poner inyecciones o sacar sangre. Ellas se dieron cuenta de que muchos otros pacientes empezaron a caer enfermos con síntomas muy parecidos a los del profesor Lokela, y pensando que tenían fiebre amarilla y sin facilidades para atenderlos, fueron enviados a sus casas a recuperarse (incluyendo al profesor).
El profesor Lokela fallece el 8 de setiembre atendido por su esposa Mbunzu, y de acuerdo con la tradición, su cuerpo es lavado por ella y preparado para el entierro por su madre, su suegra y su cuñada. A los pocos días, todas caen enfermas, Mbunzu y su hermana sobreviven pero la madre y la suegra mueren.
Al mismo tiempo aparecen cientos de casos de la rara y mortal enfermedad en el pueblo, incluyendo a las monjas belgas del hospital y se desata el pánico en la región. El 15 de setiembre llega un médico desde Bumba y luego de comprobar el brote pide ayuda a la capital Kinshasa. En los primeros días del mes de octubre llega a Yambuku el Dr. Piot acompañado por un grupo de científicos y cuenta que es recibido por los atribulados pobladores como un dios que los salvará de la plaga.
Ellos se dan cuenta de que debido a la escasez de recursos y falta de conocimiento, las monjitas habían contribuido al desarrollo del brote. Al usar una y otra vez las agujas sucias habían contagiado a numerosos pacientes y al enviarlos a morir a sus casas, la enfermedad se diseminó sin control en la comunidad.
El Dr. Piot y sus colaboradores pusieron el hospital y a la población entera en estricta cuarentena y el brote desapareció. En total se presentaron 318 casos con 280 muertos, es decir una mortalidad del 88%.
ALTA MORTALIDAD
De las muestras de sangre de los pacientes, se aisló un nuevo virus en forma de hilo (filovirus) al que se le bautizó ébola por el nombre del río que corre 100 kilómetros al norte de Yambuku y que fue el lugar visitado por el profesor Lokela antes de enfermarse. Luego se supo que otro brote, producido en Nzara en Sudan en junio de 1976 había sido también producido por otra variedad del virus ébola, pero el brote más estudiado (y del cual tomó el nombre) fue el de Yambuku.
Desde esa fecha se han producido aproximadamente unos 20 brotes de ébola, todos en la RDC y en la limítrofe Gabón. El último brote, que empezó en febrero de este año en Guinea, es el primero que ha cruzado fronteras en África, afectando también a Liberia y Sierra Leona.
Hasta el momento, este último brote ha producido 1.323 casos y 729 muertes, con una mortalidad del 56% y la enfermedad ha causado noticia porque dos trabajadores voluntarios norteamericanos se han contagiado y uno de ellos, el Dr. Kent Brantly de 33 años, ha sido trasladado a un hospital de la ciudad de Atlanta, bajo muy estrictos protocolos de seguridad. La otra enferma será trasladada en los próximos días.
VÍAS DE TRANSMISIÓN
Ahora sabemos que el virus ébola no se trasmite por el aire como el virus de la gripe o el resfrío, es decir no se trasmite con la tos ni el estornudo. Para que el virus se contagie es necesario un contacto muy íntimo con los vómitos, diarreas, sangre, saliva y semen del enfermo o que se usen jeringas y agujas contaminadas con la sangre del enfermo. Es decir se necesitan paupérrimas condiciones higiénicas.
Después de haber repasado la epidemiología (ciencia que estudia la distribución de las enfermedades) de la fiebre de ébola, ¿Qué dice usted amable lector? ¿Cree que si la enfermedad llega a alguna casa de Estados Unidos, Perú, Colombia, Puerto Rico o Argentina pueda causarse un brote o una epidemia?
Pues le digo que al no tener al huésped (el murciélago de la fruta) el virus ébola no tendría dónde “mantenerse” en la región, por lo que para “sobrevivir” tendría que estar infectando a decenas, cientos o miles de personas, pasando de persona a persona, una situación que no ha ocurrido ni en el África, región que lamentablemente tiene una de las peores condiciones higiénicas del mundo. Dadas las características sanitarias de la región de las Américas, (por más limitadas que sean en ciertas zonas) no pensamos que pueda ocurrir. Recordemos que el virus no se trasmite por el aire sino por un contacto muy cercano con los vómitos, diarreas, orina y saliva de los enfermos.
Imaginemos entonces que un caso de ébola llega a un barrio en alguna ciudad de América Latina. ¿En cuántas casas de nuestra América se manejan los vómitos, excrementos y orina de los enfermos a manos limpias sin ningún tipo de protección? Probablemente en las zonas más pobres lamentablemente eso todavía ocurre, pero la posibilidad de que un enfermo de ébola llegue a esas zonas desde el África pobre es también muy remota ¿no creen?
Y pongamos que un caso de ébola llegara a una familia de clase media en América Latina, pues ese caso sería inmediatamente llevado a un hospital, el cual, con la publicidad que se le ha dado al ébola, está preparado en cualquier país para recibir y aislar el caso. Recordemos que el Dr. Piot controló el primer brote en Yambuku solo con una simple cuarentena.
Y en un exceso de imaginación, pongamos que un caso de ébola llega al hospital de cualquier ciudad en América Latina ¿en cuántos hospitales o postas medicas se manipulan las heces, sangre, orina de un enfermo a manos limpias, sin usar protección? Usted me dirá que esa lamentable situación sí ocurre en las zonas más pobres y pueda que eso sea cierto, pero nuevamente ¿Cuál es la posibilidad de que un caso de ébola llegue a una alejadísima región de algún país de América Latina?
La fiebre del ébola es una enfermedad de la pobreza y de la extrema falta de higiene, condiciones que si bien están presentes en muchas regiones de América Latina (recientemente hemos comentado cómo en muchas escuelas, postas médicas y hospitales en el Perú los baños públicos no tienen jabón, agua limpia o papel), no pensamos que sean suficientes como para causar un brote de la enfermedad.
Ahora podrá entender que esos comentarios tan negativos e insultantes que se están dando en los medios sociales norteamericanos ante el traslado del médico enfermo a un hospital en Atlanta solo están basados en la extrema ignorancia y el prejuicio. Ese paciente con ébola es el paciente más aislado del mundo.
¿Y sabe cuál es la parte más triste del relato del Dr. Piot, amable lector? Pues que él cuenta que, en celebración de sus 65 años de vida, acaba de regresar por primera vez a Yambuku desde 1976 y parece que fue ayer que dejó el lugar, las cosas no han cambiado nada, la pobreza, falta de recursos y abandono por parte del Estado siguen igual como hace 38 años.
Esperamos que este artículo, amable lector, lo haga pensar a usted de un modo diferente.
Cort. elcomercio.pe
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