Por: Teodoro Petkoff/TalCual
P or ahí andan dos personeros del gobierno deslizando la idea de vender Citgo. Maduro, quien es uno de ellos, sugiere, sin embargo, que “no tienen apuro” para ese negocio. Pero, obviamente, ya lo tienen pensado y esperan por un momento propicio, tal vez uno en el cual esa privatización no haga olas.
Esto trae a la memoria el recuerdo de una conversación entre este editorialista y Chávez, en casa de José Vicente Rangel, allá por diciembre de 1998, siendo ya presidente electo el primero. En ella Chávez dijo, entre muchas otras cosas, que pensaba vender Citgo. Le pregunté que si iba a privatizar Pdvsa, porque aquel sería el primer paso en ese camino, siendo, como era Citgo, un activo importante y muy rentable de nuestra compañía petrolera. El presidente frunció el ceño, aseveró que aquella no era su intención, el tema salió de la conversa, que tomó otros rumbos. Citgo no fue privatizada.
Quince años después el tema reaparece, “sin apuro”, como dice Maduro, pero vivito y coleando. Ni siquiera se disimula la finalidad de esa eventual operación: atender el enorme déficit fiscal, percibiendo la República, se dice, entre 10 y 15 mil millones de dólares por deshacerse de Citgo.
Esta empresa no es una bodeguita sino una de las importantes petroleras del mundo. Hoy como ayer, los venezolanos tendríamos que rechazar su privatización. No por un afán estatista a troche y moche, que a estas alturas luciría trasnochado. Desde hace años venimos sosteniendo que en Venezuela el Estado tiene tentáculos muy largos, que le permiten abarcar mucho más de lo que debería. Pero así como posee y administra empresas que en sana lógica no tendría por qué administrar, hay otras que impepinablemente deben estar en sus manos. Tal el caso de Pdvsa y con ella Citgo, que le pertenece. Una compañía de esta magnitud, con alcance global, en manos privadas, nacionales, extranjeras o mixtas, se constituiría en un Estado dentro del Estado, conformando un poder inmenso que podría, eventualmente, comprometer la propia soberanía nacional.
En este sentido, vale la pena que se produzca ese “debate nacional” que al respecto ha sugerido el presidente.
Más aún, sería pertinente realizar un referéndum sobre esa materia, porque se trata de un interés nacional y la Constitución prevé la posibilidad de tal consulta pública en casos, como éste, que atañen a tal interés. En todo caso, la eventual privatización de Citgo no debería llevarse a cabo sin esa consulta previa, que estaría precedida, lógicamente, por el debate insinuado por Maduro. Sería interesante que el país pudiera sopesar los argumentos, a favor y en contra, de la venta de Citgo.
En fin de cuentas, si Pdvsa, y con ella Citgo, es de todos, como reza el slogan, pues sin duda alguna “todos” tenemos velas en ese entierro. Se trata de un patrimonio nacional y no debería plantearse su liquidación sin que el país discuta las razones que asistirían a los promotores de la idea.
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