Por: Fernando Rodríguez/TalCual
Sin duda la mentira es una categoría esencial para cualquier investigación sobre el discurso chavista de todos estos años.
Es una característica que alcanza niveles realmente impensables en otros discursos políticos oficiales. Negación de toda falla, por obvia que sea, en las políticas públicas. Exaltación delirante de sus logros más nimios.
Invento de conspiraciones, golpes, invasiones, magnicidios y otras truculencias que sus mismos denunciantes olvidan tres días después. Uso de todas las hipérboles y retóricas revolucionaristas para nombrar posiciones que nada tienen que ver con ellas, hasta les son contrarias. Ocultamiento, enterramiento mejor dicho, de los inmensos atentados contra las finanzas públicas de funcionarios y amigos de la causa. Escamoteo de los numeritos económicos y otros de la función pública, ¡hasta por el Banco Central! Y etc.
Todo eso es sabido pero al parecer la enfermedad no hace sino repotenciarse con la ansiedad que acarrea la crisis que nos aplasta. Realmente hasta llegar al llegadero. A eso vamos con algunos ejemplos.
A nadie escapa que el país se está desmoronando aceleradamente y en todos sus niveles, cosa que sabe todo ciudadano que ve que sus bolsillo se vacía con una rapidez inusual, que no encuentra en el mercado casi nada de lo que necesita o apetece, que se espanta ante continuos crímenes monstruosos y teme hasta salir a la calle y que nada, nada, parece funcionar en el país con una relativa normalidad y, además, tenemos la sensación de que lo peor está por venir, el colapso. Y, mire usted, el canciller Jaua ha dicho que este año hemos reducido la pobreza de 30% a 5%. Es decir que, contrario a todo lo que usted ve y vive cada día, somos ya una potencia, un miembro pleno del primer mundo porque esa cifra sería envidiable para cualquier país rico, hasta para los paraísos escandinavos. ¿Mamadera de gallo? Vaya usted a saber.
Pero es generalizada esta huida hacia delante. Maduro ha dicho en estos días, a propósito del dantesco drama de las líneas aéreas que hace creer a muchos venezolanos que estamos en una cárcel y que han visto frustradas no solo las vacaciones sino hasta diligencias familiares y de salud urgentes, que este año batiremos récord de viajeros, millones, al exterior y que el placer de viajar ya se ha socializado. O él o la inmensa mayoría de los venezolanos sufre o sufrimos una muy alarmante alteración del sentido de realidad.
Un tercer ejemplo es el de Rafael Ramírez y la venta de Citgo. Esta privatización, al menos de un pedazo, al parecer suculento, de Pdvsa, nada tiene que ver con la crisis, con la caja vacía, es un simple problema técnico de una compañía que solo explora y explota y le molesta el resto del proceso petrolero, así sea próspero y promisorio. Además, no hay ninguna prisa en el asunto, somos lo suficientemente venturosos (Jaua) como para esperar el tiempo necesario para que llegue el comprador indicado. Esta misma modalidad la ha utilizado Maduro para la mítica alza de la gasolina: no hay ningún apuro, los ansiosos acreedores nacionales e internacionales que esperen y que se mueran algunos enfermos sin medicinas, el pueblo decidirá en algún momento el precio indicado del precioso líquido. Hasta la señora María de Caripita podrá opinar sobre el justo precio. Protagonismo y calma y cordura, aquí todo está bajo control. ¿Estos delirios vendrán del miedo, de las contradicciones internas, de las lumpias?
No hay comentarios:
Publicar un comentario