La semana pasada los representantes de los partidos que se aglutinan en la Mesa de la Unidad Democrática realizaron una “encerrona” en búsqueda de dirimir las serias divergencias surgidas en la Mesa.
Lamentablemente, de “la encerrona” no salió humo blanco. Las diferencias de estrategias y tácticas siguen invictas y la MUD ahora luce descabezada, tras la renuncia de los dos ramones: Ramón Guillermo Aveledo, su secretario ejecutivo, y Ramón José Medina, el secretario ejecutivo adjunto.
Tal división de criterios dentro de lo que debe ser el eje conductor hacia la restitución del hilo democrático en Venezuela reviste una gravedad inmedible, y puede terminar siendo uno de los errores más garrafales históricos del sector unitario que se opone al avance sostenido de la dictadura del castrocomunismo en Venezuela.
El hundimiento de la economía, el deterioro sostenido de los indicadores sociales y la casi abolición de las libertades y derechos políticos y ciudadanos exigen de la dirigencia de la Unidad Democrática, como nunca antes en estos tres lustros, una firme reflexión y una claridad meridiana de sus objetivos. De seguir la ruta de divisiones internas frente a un adversario que tiene un talante delincuencial extremo, la historia los condenará de la misma forma que se condenará al clan oficialista por la destrucción del país en todos sus ejes.
Urge que los integrantes de la Mesa de la Unidad dejen a un lado, por los momentos, sus intereses partidistas, aunque ello sea una labor titánica en un conglomerado de casi una treintena de partidos políticos, con tendencias vario pintas que van desde un extremo izquierdista radical pasando por tendencias de centro izquierda a centro derecha; de socialdemócratas a socialcristianos; a reformistas, progresistas y neo-liberales.
El debate necesario que la Unidad Democrática debe dar es una cruzada para definir el rol que la historia le reclama en un país que hace aguas por todos lados. No es viable que la MUD siga encajonada en ser solo una conductora de eventos electorales, fin por el que fue creada inicialmente, pero que fue rebasado por la realidad.
Hoy la magnitud de los hechos exige que se den nuevos pasos estratégicos para imprimirle un contenido creíble a su discurso, definir sus propuestas para retornar la gobernabilidad al país y masificar su mensaje en busca del apoyo mayoritario de la población.
Bien se sabe que esta no es una tarea fácil en un país donde cerca del 90% de la población tiene alguna dependencia con las miles de dádivas del gobierno; pero también se sabe que no es un imposible. En otras épocas y geografías otros pueblos han logrado torcerle el brazo al yugo, incluyendo Venezuela en tiempos independentistas y dictatoriales de no hace muchos años.
Es esencial ofrecerles a los venezolanos una propuesta de país que le anteponga la democracia al castrocomunismo. Con qué plataforma organizacional se logrará poner en marcha esa propuesta. Cuáles son los temas, los problemas y las soluciones. Esas son las interrogantes a resolver para llevar a buen término una visión de país democrático, basado en libertades y respeto a los derechos constitucionalmente convenidos en 1999.
¡Manos a la obra!
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