Probablemente un símbolo que podría representar a Ramón Guillermo Aveledo son sus elegantes corbatas (eso cree uno que tiene solo dos, una para bonches y otra para entierros). La mayoría de nuestros políticos o se visten muy informalmente o se disfrazan de rebaño colorado o de réplicas de militares como el difunto y el heredero o de una vaina rarísima que es una mezcla de mono de deportista con emblemas de la patria.
RGA se viste como lo que es, como un señor, dirían las tías. Y eso es lo que se le agradece, en esta tierra abundante en políticos troperos e ignorantones. Pero paremos la muy justa apología que ya es amplio clamor y que aquí ya la hizo Simón Boccanegra. Simplemente sumémonos a la iniciativa de Fausto Masó de hacerle una estatua, ecuestre, eso sí.
Ahora, tiene razón Américo Martín en que fue inesperada su renuncia, un día después de lo que parecía el inicio de la reconciliación auténtica de las tendencias de la MUD en la tal “encerrona”, que muchos celebramos.
Américo cree que fue muy bien calculada la ocasión y que “no debería debilitar los auspiciosos logros” de la mentada reunión. Ojalá. Pero por ahí se han vuelto a escuchar plomazos de parte y parte. En todo caso ahora hay que pensar de verdad en cómo estabilizar de nuevo la descabezada mesa.
Uno se atrevería a hacer la recomendación de proceder con cierto gradualismo.
Esto porque hasta ahora la mesa ha funcionado bien, a ratos muy bien, es cierto que en los electorales en primer lugar.
Luego, porque sobre todo en el trimestre caliente demostró que su cohesión era capaz de resistir altas tensiones, la mejor prueba es que todo el mundo, con buena o mala cara, sigue sentado en ella.
Algo de positiva, de muy necesaria, debe tener.
Ahora bien, ese empezar por el principio quiere decir reponer las ausencias apuntadas, que no será fácil pero alguien más debe usar corbatas y saber leer (y escribir) libros cultos. Si eso se logra, reanudar las discusiones que comenzaron con la encerrona, desempolvar y revisar el informe Hospedales para la reorientación de la organización y hacer uso de las normas de urbanidad política.
Lanzarse de golpe y porrazo a aventuras como el tal Congreso del pueblo que nadie sabe explicar qué es, quiénes lo van a formar y cuáles son los criterios de representatividad, cómo son sus reglas de funcionamiento y su mecánica para llegar a decisiones, dónde se va a ubicar (¿en algún teatro caraqueño o en la Gran Sabana, dependiendo de sus miembros?), etc. Que tanto huele a populismo, a parlamentarismo o gobierno de calle y cosas similares. Y con respecto a unas primarias para elegir autoridades, mejor guarden las energías para los diputados, miren lo que le pasó al PSUV. Y redes, asambleas locales o sectoriales, háganlas, no las prediquen, que se sepa nadie las cuestiona. Y sería una buena gimnasia para los partidos todavía muy enclenques.
La hora es buena, el gobierno cruje en sus soportes mayores, es cuestión de no desbocarse sino de construir debidamente, con materiales probados y en el tiempo apropiado, el camino del cambio. Lo cual es una perogrullada, perdonen ustedes.
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