Las puertas de los planteles educativos del país permanecieron cerradas este lunes 20 de septiembre.
¿El motivo? La decisión intempestiva y arbitraria del Ministerio de Educación, acatando órdenes del Consejo Nacional Electoral (CNE), de posponer por dos semanas el inicio de las clases debido a las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre. Decisión esta que se hace más arbitraria aún cuando también se les suspende las clases a las universidades autónomas, muchas de las cuales no son centros de votación y no dependen del Ministerio de Educación Superior.
El argumento al que se recurrió para este obligado asueto escolar fue el de "facilitar las actividades de preparación de las áreas de los planteles educativos" donde se votará y se resguardará el material electoral.
Tradicionalmente, en época electoral las clases sólo se suspendían cinco días hábiles, tres días antes y dos después de un comicio. ¿Por qué ahora se extiende el asueto escolar a diez días hábiles? Y si los militares del Plan República saldrán el lunes 27 de septiembre de los planteles, según el cronograma electoral del CNE, ¿por qué las clases comenzarán el 4 de octubre, cinco días después.
De cualquier análisis se puede concluir que el costo de la pérdida injustificada de 10 días de clases, en términos de educación e instrucción no recibidas, supera con creces el supuesto beneficio de optimizar la organización de un proceso electoral. Más aún cuando ello es innecesario debido a la comprobada experiencia de los representantes de los planteles educacionales y de las autoridades del CNE en el manejo del proceso eleccionario, con 15 elecciones a cuestas en los últimos 12 años, incluyendo cinco referendum.
Esta percepción de pérdida innecesaria se afianza aún más si se tiene en cuenta que no había nada que impidiera al CNE fijar las elecciones parlamentarias, por ejemplo, para el 12 de septiembre, cuando todavía se estaba en temporada vacacional y por ende, no habría habido pérdida de horas de clase.
A este agravante se le une el perjuicio que le ocasiona esta imprevista decisión del Ejecutivo a los planteles en término de planificación, programación, organización y presupuesto.
Un país no se puede manejar en base a improvisaciones de esta naturaleza. Lo más lamentable es que corrobora la poca valía que le da este Gobierno a la educción de la población, y que en la revolución de Chávez lo político priva sobre cualquier otro aspecto de interés nacional.
¿El motivo? La decisión intempestiva y arbitraria del Ministerio de Educación, acatando órdenes del Consejo Nacional Electoral (CNE), de posponer por dos semanas el inicio de las clases debido a las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre. Decisión esta que se hace más arbitraria aún cuando también se les suspende las clases a las universidades autónomas, muchas de las cuales no son centros de votación y no dependen del Ministerio de Educación Superior.
El argumento al que se recurrió para este obligado asueto escolar fue el de "facilitar las actividades de preparación de las áreas de los planteles educativos" donde se votará y se resguardará el material electoral.
Tradicionalmente, en época electoral las clases sólo se suspendían cinco días hábiles, tres días antes y dos después de un comicio. ¿Por qué ahora se extiende el asueto escolar a diez días hábiles? Y si los militares del Plan República saldrán el lunes 27 de septiembre de los planteles, según el cronograma electoral del CNE, ¿por qué las clases comenzarán el 4 de octubre, cinco días después.
De cualquier análisis se puede concluir que el costo de la pérdida injustificada de 10 días de clases, en términos de educación e instrucción no recibidas, supera con creces el supuesto beneficio de optimizar la organización de un proceso electoral. Más aún cuando ello es innecesario debido a la comprobada experiencia de los representantes de los planteles educacionales y de las autoridades del CNE en el manejo del proceso eleccionario, con 15 elecciones a cuestas en los últimos 12 años, incluyendo cinco referendum.
Esta percepción de pérdida innecesaria se afianza aún más si se tiene en cuenta que no había nada que impidiera al CNE fijar las elecciones parlamentarias, por ejemplo, para el 12 de septiembre, cuando todavía se estaba en temporada vacacional y por ende, no habría habido pérdida de horas de clase.
A este agravante se le une el perjuicio que le ocasiona esta imprevista decisión del Ejecutivo a los planteles en término de planificación, programación, organización y presupuesto.
Un país no se puede manejar en base a improvisaciones de esta naturaleza. Lo más lamentable es que corrobora la poca valía que le da este Gobierno a la educción de la población, y que en la revolución de Chávez lo político priva sobre cualquier otro aspecto de interés nacional.
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