Ya nadie apuesta por ese experimento del gobierno cívico-militar que alguna vez Hugo Chávez vendió a los electores. Ni siquiera quienes todavía aplauden en el show de los domingos se atreven a seguir los lineamientos de una cadena de mando que empieza en el choque estruendoso de las botas y termina con el infaltable "ordene, mi comandante". Por eso no es bueno que una protesta por los derechos laborales se vea empañada de pronto por la presencia amenazante de un militar.
Foto: Saúl Uzcátegui /TalCualDigital
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