Luis Velásquez, de Sidor, forma parte de una de las mafias que se han hecho multimillonarias con los negocios de las empresas básicas. Ya los detalles de este atraco a la nación son conocidos y han salido a la luz como daño colateral del atajaperros que tienen en Guayana las distintas mafias chavistas
Por: Simón Boccanegra/TalCualDigital
Al Rey de la Cabilla lo denunciamos hace dos años
El 3 de septiembre de 2009 este minicronista dio cuenta de la tremenda farra de 60 mil dolares que un individuo que se decía gerente de comercialización de Sidor había corrido, según sus propias palabras, en el famoso “Morrison” de Chacao. Antes se había jactado de una superfiesta en Miami, de iguales o parecidas características financieras.
Se trataba de un venezolano, joven, de unos 30 años, que se pavoneaba de sus costosas hazañas eróticas (que, como se sabe, son bien parecidas a los cuentos de cazadores y pescadores). Tampoco cesaba de vanagloriarse de su chamba en Sidor. Ahora ya sabemos de quién se trata. Es un tal Luis Velásquez, homónimo del otro que salió huyendo después del guiso de la Ciudad Judicial, con una boloña de real en sus cuentas suizas.
Este Luis Velásquez, de Sidor, forma parte de una de las mafias que se han hecho multimillonarias con los negocios de las empresas básicas. En su caso, el ramo que explotaba era el de las cabillas. De hecho, en los bajos (y también en los altos) fondos se le conocía como “el rey de la cabilla”. Ya los detalles de este atraco a la nación son conocidos y han salido a la luz como daño colateral del atajaperros que tienen en Guayana las distintas mafias chavistas, matándose entre sí.
Pero lo interesante es que las “hazañas” de estos delincuentes son conocidas desde hace tiempo. Denuncias como las que este minicronista hizo hace casi dos años circulaban en todos los rincones de Guayana. ¿Por qué nunca se hizo nada? Porque todavía no había trifulcas entre las mafias.
Chacumbele no podía ignorar lo que ocurría, pero, como siempre, se hacía el loco. Hasta ahora, cuando el señor Velásquez y sus cómplices han sido detenidos. Pronto estarán en libertad y los que nunca se volverán a ver son los churupos que durante años ese prócer de la revolución bonita metió en sus cuentas personales.
Por: Simón Boccanegra/TalCualDigital
Al Rey de la Cabilla lo denunciamos hace dos años
El 3 de septiembre de 2009 este minicronista dio cuenta de la tremenda farra de 60 mil dolares que un individuo que se decía gerente de comercialización de Sidor había corrido, según sus propias palabras, en el famoso “Morrison” de Chacao. Antes se había jactado de una superfiesta en Miami, de iguales o parecidas características financieras.
Se trataba de un venezolano, joven, de unos 30 años, que se pavoneaba de sus costosas hazañas eróticas (que, como se sabe, son bien parecidas a los cuentos de cazadores y pescadores). Tampoco cesaba de vanagloriarse de su chamba en Sidor. Ahora ya sabemos de quién se trata. Es un tal Luis Velásquez, homónimo del otro que salió huyendo después del guiso de la Ciudad Judicial, con una boloña de real en sus cuentas suizas.
Este Luis Velásquez, de Sidor, forma parte de una de las mafias que se han hecho multimillonarias con los negocios de las empresas básicas. En su caso, el ramo que explotaba era el de las cabillas. De hecho, en los bajos (y también en los altos) fondos se le conocía como “el rey de la cabilla”. Ya los detalles de este atraco a la nación son conocidos y han salido a la luz como daño colateral del atajaperros que tienen en Guayana las distintas mafias chavistas, matándose entre sí.
Pero lo interesante es que las “hazañas” de estos delincuentes son conocidas desde hace tiempo. Denuncias como las que este minicronista hizo hace casi dos años circulaban en todos los rincones de Guayana. ¿Por qué nunca se hizo nada? Porque todavía no había trifulcas entre las mafias.
Chacumbele no podía ignorar lo que ocurría, pero, como siempre, se hacía el loco. Hasta ahora, cuando el señor Velásquez y sus cómplices han sido detenidos. Pronto estarán en libertad y los que nunca se volverán a ver son los churupos que durante años ese prócer de la revolución bonita metió en sus cuentas personales.
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