Nadie duda que la revolución bolivariana es un compendio de obras inacabadas. Chávez ordena canalizar el Guaire para bañarse con Evo y Jacqueline Faría en agosto de 2007, y el río sigue allí con su rostro de alcantarilla urbana.
El Aissami nos vende con gráficos el programa de humanización carcelaria, y un pran con sus secuaces le monta una revuelta de 27 días y terminan escapándose en las narices de militares que se supone van a defendernos cuando ocurra la invasión. El año pasado Jorge Rodríguez nos hizo soñar con la nueva plaza Diego Ibarra, que se inauguró en el Bicentenario, pero la ineficacia que signa la gestión de este Gobierno convirtió el sueño en una pesadilla para los transeúntes que a diario sortean un amasijo de vigas y cabillas.Foto: Saúl Uzcátegui /TalCualDigital
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