María, la esposa de Damián Prat, nuestro corresponsal en Guayana, falleció súbitamente, de un ataque cardíaco. Cuesta trabajo imaginar a Damián sin ella, pero, en fin, la vida es así y ahora acompañamos a Damián y a sus hijos en su dolor y hacemos llegar la solidaridad forjada a lo largo de más de cuarenta años de amistad
TEODORO PETKOFF
Ayer, muy temprano recibimos una de esas noticias que lo dejan a uno casi sin aliento. María, la esposa de Damián Prat, nuestro corresponsal en Guayana, falleció súbitamente, de un ataque cardíaco.
Digo lo del corresponsal simplemente para orientar a nuestros lectores, que a través de sus crónicas tienen la visión más completa de lo que está ocurriendo en aquella región, pero Damián y su esposa eran mucho más que eso. Para mí eran más que mis amigos.
Ambos, casados desde mediados de los setenta, eran una de esas parejas cuya felicidad tranquila era como un refugio para todos sus amigos. Se fueron a Guayana como parte del grupo de militantes del MAS que en los setenta se instaló en el estado Bolívar para construir un partido. Allí se quedó para siempre.
Aunque abandonó la militancia partidista, continuó una actividad política tan intensa, sobre todo en el periodismo, que con el paso de los años se fue transformando en una de las personalidades más respetadas de la vida guayanesa.
No sólo por la seriedad de su trabajo en los medios, que lo vincula a todos los sectores y lo hizo un periodista de excepción, apegado a la verdad y a la defensa intransigente de los intereses sobre todo de los trabajadores, sino por la integridad de una conducta que jamás podrá ser tachada por mancha alguna.
Damián Prat es un hombre honrado, lo cual no es poco decir, en esta Venezuela de los días que corren. Pues bien, él es todo eso y es imposible imaginarlo sin la presencia discreta y sensata de María, que lo complementaba.
Cuesta trabajo imaginar esta temprana desaparición de María. Cuesta trabajo imaginar a Damián sin ella, pero, en fin, la vida es así y ahora acompañamos a Damián y a sus hijos en su dolor y hacemos llegar la solidaridad forjada a lo largo de más de cuarenta años de amistad y de comunidad de pareceres. Falta María, pero la vida sigue y Damián seguirá en su ley.
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