Por: Laureano Márquez/TalCualDigital
Quizá la traducción más aproximada de "feeling" sea "sensación" o "impresión". La palabra en inglés (usada en este escrito por expresas instrucciones de la Embajada Americana), al menos en una de sus acepciones, significa algo así como creencia irracional, como quien dice, tener una impresión de algo que no puede ser demostrado científicamente. O sea, tratar de extrapolar un sentimiento absolutamente particular como si fuese algo universalmente demostrable.
Pero hago la aclaratoria porque esta semana conversando con un par de partidarios del proceso, sentí un "feeling" distinto de lo que pasa en el país. Me encontré en un mismo día, por obra del azar, con dos funcionarios públicos. Ambos se acercaron a conversar, que ya es bastante, que eso antes no pasaba, al menos con alguien de tan mala reputación como la mía, con quien no es bueno retratarse. Reafirmaron sus convicciones ideológicas como punto de partida, pero se atrevieron a discutir, a entablar una conversa seria, respetuosa, argumental y no descalificadora, desde la cordialidad y el respeto y lo mismo hice yo.
¿Cuál es la novedad?, se preguntará el lector. Pues sí que la hay. Tengo la impresión de que por encima de los odios que se nos han pretendido inculcar, brota de la realidad misma, de la dinámica de las circunstancias, el deseo de hablar. Creo que ya todos, de alguna manera, percibimos que la situación no anda bien, que de parte y parte, como suele suceder, hay cosas que reconocer, buenas y malas.
El "feeling" es que, al margen de lo que suceda en las cúpulas podridas, el país, el país cotidiano, el que se encuentra en las calles más allá del resguardo de círculos de seguridad, siente que hay que entenderse, que se puede hablar, que en verdad verdaita, el grueso de los habitantes no nos odiamos, que el otro existe y que defiende, con la misma vehemencia que uno, sus puntos de vista, que si se cuida un poco el lenguaje y no se ofende, como por arte de magia, comienzan a cambiar las cosas.
En ambos casos sentí que se trataba de gente de convicción, y además de principios, con sentimiento crítico, conscientes del miedo que impera en la sociedad venezolana de lado y lado.
Nos despedimos con afecto, en ambos casos con la sensación creo yo de que no estamos tan distantes como se nos hace creer, de que la democracia es un valor importante, de que más allá de los que piensen nuestros líderes no somos masa, sino gente con criterio, con capacidad de pensamiento autónomo.
No sé cómo explicarlo, ni tengo cómo demostrarlo, pero tengo el "feeling" (¿conformes en la embajada?) de que algo está cambiando, "no en las alturas del poder, sino abajo, en la arena de la lucha", por decirlo en palabras del Dr. Caldera.
No hay, creo, un "nosotros" y "ellos", sino un "nosotros" que discrepa y que va entendiendo que eso no tiene nada de malo ni por qué conducirnos al aniquilamiento mutuo.
No sé, a lo mejor son vainas mías, producto de un día de suerte, o quizá un sueño... quién sabe...
No hay comentarios:
Publicar un comentario