Por: Laureano Márquez/TalCualDigital
El que te conté nos anuncia que está a puntico de pedir una sesión adicional a la Asamblea para “continuar” con su discurso de memoria y cuenta. Si la memoria no estuvo completa, pues, no fue por olvido, sino por falta de tiempo. Tampoco el presidente quería abusar de sus interlocutores con las otras nueve o diez horas que deben restarle de discurso. Por lo tanto es mejor picarlo en dos o en tres pedazos.
También se podría presentar una memoria y cuenta semanal de unas dos horitas, para no tener que generar ese acumulado. Y si nos ponemos intensos, todas las tardes, al regreso del trabajo, el presidente se podría dejar caer por el Palacio Federal y contarnos en unos cuarenta minutos la memoria del día.
Recordar es también olvidar lo no esencial de las cosas que uno recuerda. La tragedia de “Funes el memorioso”, relatada por Borges en el cuento homónimo, era que lo recordaba todo. “En efecto, Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado”. Así por ejemplo, memorizaba todos los perros que conocía individualmente, pero era incapaz de comprender la idea genérica de perro: “ le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente)”. De tal manera que solo podía acercarse a las cosas en su extensión, pero nunca en su concepto. Ireneo Funes, que todo lo recordaba, no podía, sin embargo, pensar, porque el pensamiento también es olvido de lo no esencial. “Le era muy difícil dormir. Dormir es distraerse del mundo”.
Dice Borges que Ireneo “Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero”. Lo malo de esto es que te quedas en el tiempo y entonces, en vez de 13 años, tienes el mismo año repetido 13 veces. Creo que nuestro amado líder padece del mismo mal que Funes, recuerda demasiado, por tanto, todas las horas serán insuficientes. Habría que hacer una cadena de 24 horas diarias durante los 365 días del año, para que su “memoria y cuenta” quedara adecuadamente registrada. De lo contrario, siempre quedará algo fuera, pero quien no hace otra cosa que recordar no vive, se eterniza en lo mismo. Lastima que tanta memoria no nos sirva para ayudarnos a pensar por qué el país del barril de a más de cien dólares, este país cotidiano de los que andamos sin escoltas por las calles en colas, en supermercados, cayendo en huecos, en atracos, esta tan distante del que él nos cuenta. Es el mismo problema de Ireneo Funes: recuerda tanto, que lo olvida todo.
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