Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital
La verdad es que después de varios días de tratar de combatir al bandido de la Sala Penal, todos los esfuerzos gubernamentales parecen inútiles, cuando no contraproducentes. Ese es el tema que desvela a los chicos del PSUV
Pero antes habría que aclarar que no es fácil la tarea. El tío está protegido por el Imperio, de todas todas. Hasta se especula que lo estará por el resto de sus días, escondido en quién sabe dónde, con falsa identidad y hasta con otro rostro, el propio Hollywood pues. Inexpugnable entonces, a menos que Rangel Silva con sus armas rusas decida invadir el país del norte, al estilo Noriega digamos. Además tiene, sin duda, mucho que decir, son demasiados años en un sitial patrio vertiginosamente alto y ya quemó todas las naves, saltó todas las talanqueras. Aseguran que tiene pruebas a montón y a buen resguardo y lo que ha dicho no parece ser sino un abrebocas, un aperitivo. Y, por demás, se afincó en la separación de poderes y no en el plato más condimentado, el narcotráfico. Por ahora, crece el público enardecido y expectante.
El propio Esteban ni grita, ni amenaza, ni maldice, y eso que puede ser el primer acusado. De suyo no dijo nada, apenas que es un delincuente, cosa que ya había confesado el susodicho. El Aissami, que tiene parentela bajo sospecha, inventó un trapo roto, acusando a dos gobernadores de lavar dinero, al estilo Aponte por cierto, pero duró el tiempo de un vals.
La Fiscala, discípula del psicólogo bolivariano Isaías, el del ojo escrutador, diagnosticó un delirio y se lavó las manos y las de sus comandos. El Tribunal Supremo, la guarida del monstruo, no ha dicho esta boca es mía. Un diputado esquizoide se puso a lanzar improperios a grito pelado, hasta que lo llamaron cloaca y malandro. La Asamblea decretó la angelical inocencia de todos los acusados habidos y por haber. Makled, seguramente teledirigido, reveló que le pagaba un realero al magistrado, lo cual podría indicar que el poder del caballero valía oro y que sus tentáculos y cómplices eran innúmeros, lo demás es llover sobre mojado.
Se ha tratado de demostrar, con sofismas muy perversos, que el egregio y prolongado bolivariano no es sino un engendro de la oposición, hasta su nuevo líder, un chiste malo. Al Imperio del Mal es difícil meterlo en asuntos tan familiares, tan endógenos. Y Fidel la agarró con Obama, y dale con sus chocheras apocalípticas, así que no ayude. Hay, sí, lo de los jueces decapitados pero en el mayor silencio todavía. Total, que la espada de Damocles sigue colgando sobre el corazón mismo de la revolución redentora.
La enfermedad presidencial, ahora tan silenciosa, sin una cadenita, no parece el gran paliativo. Y la nueva ley del trabajo la están sazonando hasta el último minuto, encerrados y herméticos; un plato que puede producir una seria diarrea y no el tsunami de votos proletarios esperado si se pasa de apresuramientos y torpezas.
Así que hay que seguir buscando el antídoto y pronto, quién sabe cuándo vendrá el segundo capítulo.
Pero todo Aquiles tiene su talón y todo Superman su criptonita, sentenció el comunicólogo Izarrita para evitar el derrotismo y la histeria.
Continuará.
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