Catalina Loboguerrero, de SEMANA, viajó a Venezuela para ver cómo Henrique Capriles se ha convertido en el símbolo de la esperanza de miles que anhelan un cambio en el país vecino.
Henrique Capriles Radonsky anda sin chaleco antibalas y sin carro blindado, a pesar de que es el enemigo número uno del presidente Hugo Chávez. A regañadientes tuvo que aceptar que el gobierno le asignara una escolta del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, que ahora lo persigue mientras recorre el país en campaña, como aspirante a la presidencia por la coalición de partidos de la oposición.
La irritación de Chávez con Capriles no es menor, pues por primera vez se enfrenta a un antagonista que podría robarle el corazón de su amada Venezuela, después de 14 años de ser el rey del rating de la telenovela política nacional.
Aunque Venezuela ha tenido otros pretendientes, ninguno la ha puesto a dudar tanto de su matrimonio con Chávez como Capriles. Todos los televisores del país estarán encendidos el próximo 7 de octubre para saber cuál de los dos candidatos, Capriles o Chávez, logra conquistarla. Y aunque Chávez tiene más fans, el comandante envejecido, enfermo, poderoso y déspota que alguna vez fue el héroe, hoy se ve entre muchos sectores como el malo de la película. Capriles, por su parte, que a primera vista parecería estar jugando el típico rol del niño bueno, ha mostrado talento para encarnar a varios personajes al mismo tiempo y hacer una campaña que ha despertado entusiasmo y esperanza entre varios sectores.
El seductor
Soltero y con 40 años recién cumplidos, 1,76 metros de estatura, una figura atlética y sonrisa fotogénica, Capriles cumple con todos los atributos físicos exigidos para el rol del galán. Por el país corre el rumor de que anda en busca de primera dama, y más de una le dará su voto pensando que podrá reinar en Miraflores. Está seguro que las mujeres lo llevarán a la presidencia, así como también afirma que, gracias a ellas, logró ganarle en 2008 la gobernación del estado Miranda a Diosdado Cabello, protegido de Chávez.
Capriles sabe que debe asegurar esos votos, porque Chávez también ha sido bendito entre las mujeres. Pero mientras el Chávez de hoy le canta a las guayanesas desde una tarima, les manda besos a lo lejos y se dirige a ellas por la televisión, Capriles se ha dejado tocar y acariciar en todo el país, y más de una se ha pasado de la raya. En su cuello quedó marcada la cicatriz de un arañazo pasional de una fanática del estado Bolívar, y hasta de la boca le han robado besos. Cuando el bus en el que recorre los pueblos hace una parada, Capriles abre la ventana, saca medio cuerpo y empieza a saludar a las que corren hacia él, gritando y suspirando. El despliega su mejor sonrisa y pacientemente posa para las fotos, firma autógrafos, les da la mano, e incluso a las mayores les agradece, llamándolas cariñosamente "mi amor" o "mi bella".
Pero el tema no es solo coquetería, pues muchas mujeres son cabeza de hogar. Chávez creó un Ministerio para la Mujer y la Igualdad de Género, y se ha declarado feminista, pero su mensaje a ellas es que sigan "pariendo patria" y sus críticos señalan que al crearles un subsidio, solo logró incentivar a las mujeres pobres a tener más niños. Los programas sociales de Capriles están enfocados principalmente a las madres, buscan ofrecer oportunidades educativas y de desarrollo profesional para que las mujeres crezcan por sí mismas.
El mesías
A pesar de su nombre, Sendero de Luz es uno de los barrios más embarrados, pobres y peligrosos de Ciudad Guayana, la capital minera del estado Bolívar, y territorio chavista por excelencia. El 31 de mayo Capriles llegó caminando hasta el lugar en una de sus correrías casa por casa. "Fue una entrada triunfante, así como el nazareno entrando a Jerusalén. Yo nunca vi a Chávez caminando por entre este tierrero," recuerda Isabel Toscano. Isabel es católica y se siente identificada con Capriles, porque a diferencia de Chávez, que ha insultado hasta la iglesia, él está predicando un mensaje de unidad y paz y es creyente como ella.
A pesar de ser descendiente por el lado materno de judíos escapados del holocausto nazi, Capriles no solo es católico, sino también mariano y de rosario en el cuello. Quienes lo conocen afirman que se volvió mucho más devoto luego de haber estado preso, sin haber sido condenado, por haber supuestamente promovido la toma de la embajada de Cuba durante el golpe de estado a Chávez en 2002. A diferencia de otros políticos, como el excandidato Manuel Rosales que hoy está refugiado en el exterior, Capriles se quedó en el país, enfrentó el juicio y la cárcel, y salió convertido en una especie de mártir y hombre de Dios. En la cárcel encontró consuelo en las palabras de la Madre Teresa de Calcuta y se encomendó a la Virgen.
Hoy la fe es un elemento central de su discurso, a tal punto que al final de su recorrido se despide con un "Que Dios los bendiga, amén", y no se cansa de repetir que "los tiempos de Dios son perfectos". Para muchos de sus seguidores, Capriles, con frecuencia vestido de azul, en contraste con un Chávez que impuso el rojo en Venezuela, proyecta una imagen de mesías redentor. Por todo el país le han regalado imágenes, santos, rosarios y ofrendas, como Esther, una campesina arrugada de Guayabal, en el estado Guárico, que se fundió con él un profundo abrazo y le regaló un cuadro de San Jerónimo, "para que me lo proteja", le dijo ella.
Tanto fanatismo podría resultar peligroso, porque si Capriles gana no le será fácil gobernar. El chavismo domina todos los poderes y en Venezuela hay varios dispuestos a empuñar las armas para defender a Chávez. Capriles afirma que no cree en los mesianismos, y dice que su gobierno será de un solo período, porque será un gobierno de transición. Ojalá cumpla su palabra, porque lo último que necesita Venezuela es otro caudillo milagroso endiosado por una nueva masa ilusa.
El maratonista
Capriles le ha dado la vuelta a Venezuela ya tres veces y ha caminado 170 pueblos. Utilizó una estrategia similar para hacer campaña cuando se lanzó a la Gobernación de Miranda y le dio resultado. Tal vez por eso en esta gira está utilizando los mismos zapatos deportivos que usó entonces. La estrategia de recorrer casa por casa, pueblo por pueblo y ahora, en la recta final, estado por estado, ha sido agotadora. El recorrido se le nota en la piel, tostada por el sol y en su peso. Hoy usa camisas talla S, que al final de cada concentración terminan bañadas en sudor. Pero a pesar de lo extenuante que puedan ser algunas de las jornadas, (ha llegado a recorrer diez pueblos en un solo día) Capriles emana energía y vitalidad.
La imagen vital del "flaquito", como lo han bautizado en la calle, contrasta fuertemente con la de Chávez, que debido a su enfermedad no ha podido hacer una campaña tan intensa, ni recorrer tantos lugares. De hecho, el presidente ha tenido que cancelar presentaciones en público, luce cansado e hinchado. No es gratuito que una de las camisetas chavistas de moda refleje en una franja, la mirada del comandante, y no el cuerpo esbelto que exhibía en otras épocas.
Las comparaciones de su estado de salud con el de Capriles han molestado al presidente. Lo ha afectado la idea de que él representa lo gastado y lo viejo, incluso la muerte, mientras Capriles simboliza la juventud, la vitalidad y el futuro. Recientemente, en una de sus concentraciones exclamó: "Ay papá, viejo es el viento y todavía sopla" y por el contrario, acusa a Capriles de representar la política del pasado.
Aunque es cierto que Capriles en sus inicios militó en uno de los partidos tradicionales, el Copei, el candidato hace parte de una nueva generación de políticos, más técnicos y profesionales, que no comulga necesariamente con las prácticas clientelistas del tan estigmatizado 'puntofijismo' que gobernó durante décadas. El reto para Capriles, si resulta elegido, será gobernar con el apoyo de tantos partidos, además de los tradicionales Copei y AD, que hoy integran la Mesa de Unidad Nacional que él representa.
El gerente
Chávez llama a Capriles 'majunche', una palabra despectiva que significa poca cosa. Dice que su contendor es ignorante, poco estudiado y se negó a debatir con él porque no sabe hablar en público. Y aunque es cierto que Capriles no es un académico y no tiene un vocabulario muy sofisticado, proyecta una imagen de gerente serio y responsable, que le sirve para conectarse con los sectores de opinión, cuyas decisiones electorales no están tan mediadas por las emociones. Para esos sectores son los planes sectoriales, las presentaciones con gráficas y cifras, y su trayectoria como diputado, alcalde, y luego gobernador, cuya gestión fue evaluada positivamente por Transparencia Internacional.
Con las masas la estrategia es distinta, pero el personaje el mismo. En sus concentraciones, parado en la tarima, Capriles en vez de dar un gran discurso saca una libreta de apuntes y pregunta a los asistentes si sufren apagones, si les llega el agua, y cómo está la seguridad. Así, sus marchas de campaña se convierten más en asambleas con la comunidad, en donde entre todos hacen un diagnóstico de los problemas que pareciera que nadie atiende. Y es que en algunos pueblos llaneros, como Camaguán, parece que el Estado sólo existe en las vallas de Chávez, descoloridas por el sol incandescente.
Como todo político Capriles les promete, en un lenguaje muy sencillo, que su situación va a cambiar, que se suban a su autobús del progreso con él al volante. Y como garantía les ofrece su experiencia como gobernador de Miranda, un Estado que él considera una pequeña Venezuela, en donde instauró programas de asistencia social que, dice, son mejores que las misiones del gobierno. Su discurso es populista, pero en Venezuela, y después de 14 años de gobierno de Chávez, esa parece ser la única forma de llegar a los votantes. Porque si algo ha logrado el presidente es martillar la idea de que el pueblo es el que tiene el poder. Y muchos venezolanos, sin ser chavistas hoy, así lo creen.
De la imagen a la realidad
Capriles está jugando un papel estelar, pero no es seguro que la emoción que ha logrado despertar se traduzca en votos por la presidencia. Las encuestas en Venezuela tienen una orientación política más marcada que en Colombia, pero en la mayoría, a un mes de las elecciones, el favorito sigue siendo Chávez. Sin embargo por lo menos dos de ellas, Consultores Siglo XXI y Varianzas indican que Capriles ha crecido en intención de voto. En la primera, Capriles supera a Chávez y en la segunda hay un empate técnico. En otros estudios, se ve que el número de personas indecisas ha aumentado hasta cerca del 20 por ciento de los votantes.
A estas alturas, y en un país tan polarizado, resulta increíble que haya tantos indecisos. Por eso también se habla en Venezuela del voto subterráneo, es decir, de personas que ya se definieron pero no quieren manifestarlo en las encuestas por temor, y por lo general, este grupo de indecisos tiende a votar por Capriles. Es un voto instrumental, así los electores no se identifiquen ciento por ciento con él o sus ideales, es el candidato anti-Chávez.
También podrían favorecerlo varios incidentes recientes que dejan mal parado al gobierno. Por ejemplo, tras la explosión y el incendio de la refinería de Amuay cuando perdieron la vida más de 40 personas mientras todos los dedos apuntan a la negligencia y al mal manejo administrativo del gobierno, Chávez dijo que "la función debía continuar". Las masacres en las cárceles del país, y nuevas denuncias de una matanza a un grupo indígena, o la situación crítica económica que viven las empresas mineras de Guayana y sus trabajadores que viven de protesta en protesta -la última obligó a Chávez a suspender una de sus cadenas en la televisión- podrían afectar su votación. Pero tampoco hay que sobredimensionar ese impacto. Muchos venezolanos creen que los errores y fallas del gobierno no son culpa de Chávez, sino de los funcionarios que no le cuentan lo que pasa.
Pero más allá de la imagen están las maquinarias. Aunque la del oficialismo es avasalladora, y los recursos de gobernaciones y alcaldías chavistas están moviendo su campaña a nivel local, la oposición nunca ha estado tan organizada para hacer lo propio. El comando de campaña de Capriles cuenta con más de 200.000 personas que han hecho un trabajo milimétrico para saber en qué barrio a alguien le hace falta una silla de ruedas o una cama para enfermos. Pero además, han organizado un ejército de testigos electorales, comandados por el excandidato Leopoldo López, para que cuiden los votos el día de elecciones, sobre todo en algunos puestos de votación en donde el chavismo ha sacado el sospechoso 100 por ciento de los votos en anteriores elecciones.
A un mes más de campaña, con las pasiones a flor de piel, Venezuela vive un ambiente extraño de fiesta apocalíptica y se prepara para el duelo final. El presidente ha dicho que la oposición debe ir preparando la camilla porque le va a dar su merecido a Capriles, pero nunca se ha sentido tan amenazado. En el aeropuerto de Caracas cuelga una enorme valla del presidente rodeado y abrazado por decenas de niños. En medio de su cara regordeta, apenas se pueden ver sus ojos, pero el letrero que reza debajo de la foto, revela un mensaje de súplica: "Sigamos juntos".
Cort. Semana.com
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