jueves, 25 de octubre de 2012

Filet de merluza

Rocíe los filetes con aceite de oliva y colóquelos en agua hirviendo, con espinacas escaladas bien escurridas, debidamente salpimentados y sobre ellos, los tomates picaditos


Por: Rubén Osorio Canales/La Razón
Nos tocó presenciar en vivo el fantástico recorrido de Capriles acompañado por Morel Rodríguez en Nueva Esparta y lo único que puede decir este cronista es que jamás se había visto en la Isla una explosión de entusiasmo igual, ni siquiera con el Chávez del 98. Demasiada vibración buena, demasiada buena esperanza, ajena a todo triunfalismo. Al terminar nos fuimos a preparar unos filetes de merluza con espinacas escaladas en agua hirviendo y bien escurridas que colocamos en una fuente de horno sazonadas con eneldo, rociadas con aceite de oliva, sobre la cual colocamos los filetes de merluza salpimentados y sobre ellos tomates picaditos rociado con aceite, pan rallado, ajos prensados y perejil y llevado al horno a 180º hasta que la superficie se haya dorado. Lo comimos con el entusiasmo de haber descubierto un líder pacífico y convincente que prescinde de las cadenas y prefiere el abrazo del pueblo. LAS CADENAS MATAN Está bien decir, cosa que es verdad, que las cadenas son inconstitucionales, que conforman un claro abuso de poder, que profundizan el ventajismo de por sí obsceno y que forman parte del desequilibrio abismal en esta campaña electoral, en la que están en juego el progreso, la democracia y la libertad. Es bueno que se les denuncie cada vez que las realicen porque ello ilustra el comportamiento para nada cívico y democrático de un gobierno que aspira a perpetuarse en el poder por encima de la voluntad popular. Es bueno observar que como niño malcriado cada vez que se protesta contra las cadenas, el comandante las multiplica de manera compulsiva. Es su manera de patalear ante los reclamos de la oposición. Dos y tres cadenas en un día es demasiado, hacerlo casi a diario además de delito es un abuso de poder que el pueblo reciente. Aquellos tiempos de frenesí en el que sus partidarios querían escuchar sus promesas, terminó. Recientes estudios de medición han confirmado que cuando aparece la banderita, la musiquita y una voz anunciando que viene una cadena de radio y televisión, en el noventa por ciento de las viviendas, dignas o no, se escucha una furiosa protesta sin sordina de ningún tipo. En noventa por ciento de los casos el televisor se apaga al igual que las radios. Aquellos que tienen cable se van a ver su serie favorita y los que no lo tienen, o ponen un dvd o salen a tomar aire y al llegar a la calle encuentra a otra gente que habla sólo del abuso de las cadenas y en algunos casos, ante el atropello presidencial de encadenarse, se da el milagro de que muchos toman un libro y se ponen a leer. Ese mismo estudio de medición nos dice que los canales oficiales al encadenarse bajan su audiencia. Esto lo saben gente muy preparada y conocedora de la materia que están con el comandante, pero no se atreven a decírselo, porque dicen que es la manera más fácil de ganarse un enemigo feroz. De que las cadenas matan es una verdad que no necesita explicación, mata en modo particular a personas que sufren de incontinencia verbal, a los mentirosos, a los narcisos, a quienes nada nuevo tienen para ofrecer. Si un personaje tan locuaz, tan temperamental, tan compulsivo como el comandante presidente toma el micrófono durante varias horas como es su costumbre, está expuesto a repetir las mismas historias una y otra vez, cuestión que ha hecho durante estos catorce años sin haber tenido la ocurrencia de renovar el repertorio, si es afecto a las mentiras está expuesto a decir muchas de calibre variado cuestión que durante estos catorce años, ha venido acabando con la credibilidad que alguna vez tuvo. Cada vez que el hombre se encadena, el hombre pierde votos y cada vez que insulta al oponente también. Quienes inventaron las cadenas se olvidaron del daño que hace la sobreexposición de la imagen, y sobre todo cuando la persona representada en esa imagen promete y promete sin cumplir, sino que vive inventando enemigos de la revolución bonita y estudiando cómo salvar al planeta tierra. Ya en una oportunidad ante la protesta general contra esa costumbre, tomó la decisión de distanciarlas, cuestión que ahora no parece posible ante el ascenso firme y sostenido del candidato opositor. Con las cadenas se corre el riesgo que una audiencia cansada de tanto atropello venza el miedo y, sin sordina, la dignidad obrera suelte el gañote de su protesta ante las cámaras como sucedió en Caruachi. No hay dudas, las cadenas, pueden dejar muy mal a cualquier animador, no importa si otrora fue carismático, sobre todo si ha perdido la calle, la iniciativa, el fervor de sus seguidores, si tiene que recurrir al maquillaje para ocultar el verdadero rostro, si ha perdido la capacidad de intimidar a los empleados públicos, si ha perdido fuerza física para la lucha, perdido el humor, y ha comenzado a perder las encuestas. Las cadenas son implacables y nos descubren el pésimo humor del candidato presidente producto de un país que se cae a pedazos y el ascenso sin desmayo de Capriles. Nos tocó presenciar en vivo el fantástico recorrido de Capriles acompañado por Morel Rodríguez en Nueva Esparta y lo único que puede decir este cronista es que jamás se había visto en la Isla una explosión de entusiasmo igual, ni siquiera con el Chávez del 98. Demasiada vibración buena, demasiada buena esperanza, ajena a todo triunfalismo. Al terminar nos fuimos a preparar unos filetes de merluza con espinacas escaladas en agua hirviendo y bien escurridas que colocamos en una fuente de horno sazonadas con eneldo, rociadas con aceite de oliva, sobre la cual colocamos los filetes de merluza salpimentados y sobre ellos tomates picaditos rociado con aceite, pan rallado, ajos prensados y perejil y llevado al horno a 180º hasta que la superficie se haya dorado. Lo comimos con el entusiasmo de haber descubierto un líder pacífico y convincente que prescinde de las cadenas y prefiere el abrazo del pueblo.

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