FERNANDO RODRÍGUEZ/TalCualDigital
A estas alturas pareciera que no vale la pena señalar los exabruptos de la desalmada lectura constitucional que va a imponerse, ya muy competentes juristas lo han hecho y la MUD ha sido categórica y elocuente en el rechazo de ésta. El mandato explícito del artículo 231 es interpretado como un formalismo vacuo e innecesario, es decir, como un desfile en Los Próceres o un aquelarre del culto bolivariano
La interpretación "continuista" de la juramentación presidencial del próximo jueves hecha por la macolla pesuvista no solo es una violación de la Constitución, asunto más bien rutinario para la pobre desde su más temprana edad, por algo llamada la bicha, sino un grave daño a la nación sin otros motivos que bastardos intereses de poder. Una situación tal que pone en cuestión nacional e internacionalmente la legitimidad del mismo gobierno que se quiere constituir.
A estas alturas pareciera que no vale la pena señalar los exabruptos de la desalmada lectura constitucional que va a imponerse, ya muy competentes juristas lo han hecho y la MUD ha sido categórica y elocuente en el rechazo de ésta. El mandato explícito del artículo 231 es interpretado como un formalismo vacuo e innecesario, es decir, como un desfile en Los Próceres o un aquelarre del culto bolivariano.
Una disposición complementaria del mismo 231 destinada a darle alternativas a un eventual impasse entre el Electo y la Asamblea es leída como un cheque en blanco para postergar sine die la juramentación. Además, dicen, el artículo habla de electos y no de reelectos (Chávez) como si éstos no fueran igualmente electos, un subgénero simplemente. Total, que ni tema habría para la Asamblea ya que no hay cambio de período, y se puede dedicar el tan esperado día a otras labores más festivas, tales como una concentración en Miraflores y un concierto en el Teresa Carreño, con la visita de Pepe Mujica, genio y figura, que vendrá a un no-acto.
A nosotros nos interesa saber las razones de haber montado este esperpento, que introduce un dramático conflicto interno y pondrá en cuestión nuestra legitimidad política en el exterior. La solución asomada por la oposición mantenía al presidente Chávez, se acogía a la ausencia temporal y le daba tiempo al tiempo. Nada amenazante, pues.
Pero quedaba Cabello en la Presidencia y por tiempo impreciso, lo cual le quitaría jerarquía y protagonismo al sucesor designado y como se sabe Cabello se las trae.
Y, sobre todo, se blasfemaba contra el Único que ha sido, es y será el Presidente con todas las de la ley y su presencia, por etérea que sea, sigue siendo el manto protector y el unificador último, necesario en este dificultoso trance. Al respecto recuérdese solamente la airada respuesta gubernamental al anodino hecho de que Globovisión osó tildar a Maduro de Presidente encargado cuando aquí el único Presidente es Chávez, corazón de Venezuela.
Ahora bien, lo que realmente importa es que el país, para solucionar esos conflictos sucesoriales, se verá sometido a un período de inestabilidad, parálisis, acefalía, conflictividad, angustia. Tanto más grave en un momento en que la crisis económica que pintan los más lúcidos economistas ya está aquí, feroz e inaplazable, la cual requeriría al menos un clima de sosiego y mínimos acuerdos para paliar en lo posible sus destrozos económicos y sociales.
Nosotros pensamos que lo procedente e importante es la Junta Médica que debería nombrar el Tribunal Supremo para saber realmente de las posibilidades de Chávez de retomar el cargo, lo cual permitiría hacer las cosas como se debe. Demasiados indicios hay que lo ameritan, aun si nos limitamos a los partes oficiales. Pero ya sabemos de la idea de justicia de la señora Morales y su tropa, por cierto depurada inconstitucionalmente de algunos magistrados incómodos para enfrentar estas circunstancias.
Ambas cosas arman un rompecabezas, confeccionado en el "pacto de La Habana", que termina pareciéndose mucho a una devastación esencial de nuestro Estado de Derecho de consecuencias imprevisibles.
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