En la etapa previa de ascenso al poder de Hugo Chávez, elConsejo Supremo Electoral estuvo presidido por rectores que, si bien no militaban en ningún partido político, tenían su corazoncito, a veces blanco, a veces verde. Era la etapa cuando el ente electoral no era un poder, sino una instancia que se ocupaba de organizar elecciones y dar los resultados. La mayoría de las veces de forma correcta, aunque hubo sus lunares.
Con la nueva Constitución, aprobada en 1999, el nuevo Consejo Nacional Electoral adquirió estatus de cuarto poder, pero a la hora de la verdad lo que ha demostrado es que el organismo es cualquier cosa menos poder. Desaparecieron las formas que al menos se guardaban en el pasado. Personas que han integrado y también quienes hoy conforman su directiva son abiertos militantes del PSUV. La careta se la quitaron, el barniz ya no es suficiente, al punto que hasta el expresidente colombiano Andrés Pastrana rechazó la invitación que Lucena y sus compinches le hicieran de "acompañar" las elecciones del próximo domingo debido a que el ente electoral está parcializado hacia el oficialismo. Sin disimulo, acatan lineamientos que el partido de gobierno les imparte velada o públicamente. El caso de la disciplinada Tibisay Lucena y sus cómplices constituye una vergüenza internacional. En todas las contiendas electorales que ha dirigido ha permitido el uso abusivo de los medios de comunicación públicos para promover a los candidatos rojos. Ante el evidente ventajismo de las cadenas obligatorias de radio y TV pretendieron pasar agachados. Para las elecciones regionales de diciembre pasado "mudaron" a candidatos del PSUV al centro de votación a su conveniencia, pese a que el Registro Electoral estaba cerrado. Esa misma complaciente actuación la siguen aplicando ahora con el presidente encargado, quien debía votar en el estado Carabobo, pero fue "mudado" a Caracas. Frente a la denuncia de la Mesa de la Unidad sobre el hecho de que un militante del PSUV posea la clave de las máquinas de votación, Tibisay Lucena guardó largo silencio. No se pronunció de inmediato. Lo pensó y meditó bien, y luego sale para asombro de los observadores y corresponsales de prensa internacionales que ya están en el país avalando la irregularidad, al señalar que se trata de algo normal. Es verdad. Para Tibisay Lucena y su corte es normal que en el CNE los militantes del PSUV hagan lo que les dé la gana. A continuación de lo anterior y por si alguien tenía dudas de su parcialidad, Tibisay anunció que acogerá la propuesta de su partido, el PSUV, de que los candidatos suscriban un pacto para comprometerse a respetar los resultados que ella ofrezca la noche del 14 de abril. Este pacto ya fue propuesto para los comicios del 7 de octubre, pero ni en aquella ocasión ni en ésta la iniciativa surgió del ente electoral. Es el partido de gobierno el que baja la línea y las cuatro rectoras rojas la acatan sin chistar. Esa es la realidad contra la cual hay que lidiar de aquí al próximo domingo. Con un árbitro que es capaz de decretar jonrón, lo que todos ven como un foul, siempre que beneficie al PSUV. Es por ello que lo señalado en los últimos días por Henrique Capriles tiene más vigencia que nunca. Hay que salir a votar, promover la votación, exigir las auditorías, estar presentes en ellas y hacer que los votos se cuenten tal y como se emitieron. Hay que salir de estos tramposos que irrespetan al elector con las armas que más les duelen: el voto, valiente y secreto, de quienes queremos vivir en democracia.
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