Nicolás Maduro defendió el lunes en la noche que "por primera vez" un gobierno hacía su trabajo desde la calle. Lo dijo orgulloso, altanero, sonriente, aplomado. Y la burra se fue pa’l monte. La del comandante eterno (aunque cada día parece más efímero), claro.
Porque la afirmación de Nicolás deja a su antecesor como uno más de los gobiernos anteriores. Y él no aclaró. Será que se acostumbró demasiado a ver a su exjefe mucho tiempo en Miraflores, apoltronado en una silla y rodeado de las decenas de guardias supuestamente cubanos que lo resguardaron de todo, excepto del cáncer, por supuesto, si acaso se lo inocularon, lo cual probaría la ineficiencia del anillo de seguridad, que sí le sirve a Fidel pero no a Hugo. ¿A Nicolás se le está olvidando ya su "padre"?
TalCualDigital
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