Por: VenEconomía
Este martes 6 de agosto se reventó una cloaca afectando a los pasajeros que transitaban por el Terminal 5 del Aeropuerto Internacional de Maiquetía. Tal incidente fue fiel reflejo del lamentable estado de la infraestructura del turismo en el país. Y sirve para hacer entender la gigantesca tarea que representaría la promesa del ministro de Turismo, Andrés Izarra, de colocar a Venezuela en el mapa de destinos turísticos preferidos en el mundo.
La pregunta es cómo atender con estándares de calidad internacional a un millón de turistas, meta que busca alcanzar Izarra para 2014, si el principal aeropuerto del país está en tan deplorables condiciones. Porque, como bien se conoce, no solo son las cloacas reventadas las molestias que aquejan a los pasajeros, sino que también sufren de las fallas eléctricas, falta de agua y el hurtos de equipajes.
Y no se trata solamente de un aeropuerto, sino de toda una infraestructura turística del país.
Es una verdad incuestionable que Venezuela tiene extraordinario potencial para ubicarse entre los destinos preferidos de los turistas extranjeros y para los nacionales. La belleza de sus paisajes desde el norte hasta el sur, y de este a oeste es incalculable. Miles de kilómetros de bellas playas, tepuyes, la majestuosidad de la Gran Sabana y de los picos andinos. La inmensidad de destinos para hacer ecoturismo es incluso, mucho más variada que la de otros países de la región, que sí han sabido explotar por años esta actividad, generadora de ingresos, empleos y emprendimientos para sus nacionales.
Sin embargo, el turismo que siempre ha sido la oveja negra de la actividad productiva del país, hoy como nunca tiene grandes pesos que le impiden levantar alas por mucho que discursee el ministro Izarra. Y es que activar el turismo es mucho más exigente y requiere más determinación que usurpar la Constitución para hacerse de una hegemonía comunicacional, a punta de expropiaciones, ilegalidades y atropellos a los derechos de propiedad, para lo cual Izarra sí fue eficaz.
El fomento del turismo es estructural y no “revolucionario”.
Requiere, por ejemplo, además de aeropuertos y puertos en perfecto estado de salubridad y de infraestructura, de una red de hotelería en manos de inversionistas privados, que no teman que a las primeras lluvias de la temporada le invadan sus hoteles con damnificados y se les obligue a mantener a estos por meses (o años) so pena de expropiación. O de hoteles del Estado donde no se exija incondicionalidad a la revolución, como lo hizo el ex ministro de Turismo, Alejandro Fleming, al ordenar que en los hoteles de Venatur no se aceptara a ninguna persona que “haya ofendido la memoria del comandante Chávez”.
Es determinante una política cambiara flexible que haga asequible la inversión a los bolsillos de nacionales y extranjeros.
Exige también de una infraestructura vial en excelentes condiciones, la cual hoy el mismo gobierno admite que está en el suelo con la declaratoria de emergencia nacional que decretó Nicolás Maduro la semana pasada.
Además requiere de un sistema de transporte seguro, confiable y confortable, sin los traspiés e interrupciones del servicio.
Es igualmente indispensable que exista en el turista una “sensación” de seguridad, que es imposible sembrar mientras el país se considere como uno de los más violentos del mundo, donde sólo en 2012 hubo unos 16.000 homicidios, y mientras se proyecte que para 2013 la cifra rondará los 20.000.
Y como botón de cierre demanda de una cultura de turismo que esté sembrada en la mente de todos los venezolanos. Para hacer que el visitante se sienta bienvenido. Para que se le atienda sus requerimientos de manera cordial. Tarea esta del alto gobierno, de todos los involucrados en la industria, incluyendo a todos los venezolanos.
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