Por: Teodoro Petkoff/TalCual
El gobierno de Maduro, con su política económica, se debate entre Scila y Caribdis, o, para decir lo mismo criollamente, entre el chingo y el sin nariz; si lo pela uno lo agarra el otro. Por un lado la inflación, a mediados de año monta a 25%, de modo que apunta hacia 40% para el cierre de 2013.
Es un fenómeno único en América Latina, continente en el cual el promedio inflacionario es de 6%, casi cinco veces menos que en nuestro país. Por el otro lado, la producción manufacturera experimentó un bajonazo hasta 0,7% en el primer trimestre de este año. Estamos simultáneamente en los dos peores mundos posibles. Inflación sin crecimiento.
Por supuesto que esto no es casual sino el fruto de una política económica equivocada. La inflación es producto de un gasto público, es decir del gobierno, desmesurado. Los herederos de Chávez, que jamás habían visto tanta plata junta, literalmente se emborracharon con el enorme ingreso petrolero, proveniente de un barril a cien dólares y lanzaron al circulante una desmesurada cantidad de bolívares, que, desde luego se lanzaron a perseguir cuanto bien de consumo existía en el país y a traer del exterior los que no habían.
Esta tremenda presión de demanda no podía menos que provocar un alza en los precios, que se traduce en los niveles elevados de inflación que padecemos.
El gobierno esperaba reanimar el aparato productivo con la desmesura del gasto público. Le salió el tiro por la culata. La producción se derrumbó: 0,7 en el primer trimestre.
Si el gobierno persiste en reanimar el aparato productivo con base en el gasto público, seguirá alimentando la inflación. Por el contrario si el objetivo fuere el de reducir la inflación tendría que bajar el gasto público, con lo cual la ya debilitada economía productiva experimentaría otra puñalada trapera. El chingo o el sin nariz.
That is the question. El problema es que el gobierno tiene un déficit fiscal de entre 13% y 15% del PIB y viene tratando de taparlo a punta de endeudamiento y de fabricación de dinero inorgánico por el BCV, es decir dinero sin respaldo, que se lo engulle todito la inflación.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que una parte importante del gasto no se queda aquí sino que sale al exterior para pagar la inmensa montaña de importaciones que constituyen un signo distintivo del modo chavo-madurista de gestionar la economía. El volumen de importaciones opera como otro factor y no el menos importante que deprime el aparato productivo interno.
¿Qué puede esperarnos a mediano plazo? Otra devaluación. Una política hambrienta de bolívares, con un gobierno que no parece tener alternativa a su gestión de la economía, necesitado de bolívares para tapar el déficit nos lleva ineluctablemente a buscar esos bolívares en otra devaluación. Lo cual significa más inflación y mayores dificultades económicas. De modo que viviremos el extraño fenómeno de quedar prisioneros simultáneamente del chingo y del sin nariz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario