Por: Fernando Rodríguez/TalCual
La psiquiatría define la paranoia al menos por dos ti- pos de delirio: unos, sobre peligros que nos acechan, manías de persecución por ejemplo; y otros, narcisistas, sobrevaloración de nuestra persona (que esconde frustraciones y sentimientos de inferioridad).
Es posible que los muchos atentados contra Nicolás Maduro, ya una media docena publicitados en pocos meses, provengan de esta triste dolencia. Aunque es posible, también, que se trate de una simple y torva maniobra politiquera, de viejo cuño, destinada a lograr ciertos efectos: valorarse como víctima y acusar a los adversarios de acciones perversas, tapar enredos inconvenientes, encontrar salidas a dilemáticas situaciones… No sería de extrañar que tuviese de lo uno y de lo otro, porque no en vano se adoptan esas truculentas vías y no otras.
Limitémonos a las últimas denuncias que le impidieron viajar a la ONU, como hicieron la gran mayoría de los presidentes de la región y del ancho mundo, contra los cuales no se volcaron las terribles acechanzas que padeció nuestro primer magistrado. Como ha dicho Demetrio Boersner, sabio diplomático, ningún presidente en la historia de la ONU, ni los más problemáticos, ha sido sometido nunca a alguna agresión y en esa tribuna universal han sonado los más gruesos cañones verbales. Como es de esperarse la seguridad de los mandatarios es extrema. De manera que suena muy mal esa doble conspiración, no una sino dos, contra un señor bastante enclenque como personalidad y representante de un país en trance de autosuicidarse.
Por lo demás el susodicho ni siquiera nos dio pie ni para imaginar cómo los altos funcionarios diplomáticos americanos acusados por él iban a ejecutar sus maléficos planes.
Total, que suena a cuento chino, y no es coincidencia, que se evaporará al día siguiente y cuya consecuencia más clara es reforzar la poca credibilidad de todo cuanto dice el Hijo.
En lo del desperfecto del Airbus, vaya usted a saber de sus detalles técnicos, pero sobresale el hecho de que más allá de pilotos y diestros técnicos que se ocupan del transporte presidencial, fue Maduro con sus poderes sobrenaturales (recordar al pajarillo), con su corazón, el que descubrió el recóndito desperfecto. Que por lo demás, no es una falla ordinaria, sino un muy sospechoso intento de acabar con su persona y no son menos sospechosas las negaciones y chacotas de la oposición local, probablemente involucrada en la intriga. Esto viene a colación, como por azar, a propósito del uso del avión cubano para ir a China y no el muy costoso comprado por el “Gigante”. Otro cuento pequinés.
Como se verá en el fondo de todo lo señalado, si seguimos en el análisis psicológico, subyace el delirio de grandeza. Él y solo él era el objetivo mundial del Imperio, tan temible se siente. Sobre esto hay un antecedente reciente y notable: el suspendido ataque a Siria por las armas químicas era concomitante con un magnicidio, otro distinto, en contra suya, en una arremetida de la derecha internacional contra los revolucionarios. Él que, para redondear la fórmula paranoica, ha abominado de su identidad para convertirse en el Otro, el que se fue. Tan pobre es la consistencia de su ego.
Mentiras tan tristes y atolondradas han tenido que ser rematadas a posteriori por sus subalternos, agregando vejaciones con el visado de dos miembros de su comitiva, problemas con el espacio aéreo puertorriqueño o peligro de incautación judicial del avión cubano por demandas tribunalicias en curso contra Cuba. O lo uno o lo otro. Seguramente, ninguno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario