El sabio Jacinto Convit logró superar el siglo de vida y aún a esa avanzadísima edad se mantenía activo. Dejó como legado 2 logros formidables: un tratamiento contra la lepra y una inmunoterapia contra la leishmaniasis
SIMÓN BOCCANEGRA/TalCualDigital
Después de una vida larga y fecunda falleció el sabio Jacinto Convit. Logró superar el siglo de vida y aún a esa avanzadísima edad se mantenía activo; todos los días asistía a su laboratorio, trabajando incansablemente en la meta de su quehacer: encontrar una cura para el cáncer.
Dejó, sin embargo, como legado dos logros formidables: un tratamiento contra la lepra y una inmunoterapia contra la leishmaniasis, enfermedades que, por cierto, afectan fundamentalmente a los sectores más pobres de la población del planeta, a cuya salud dedicó Convit lo esencial de su trabajo.
Fue nominado al Nobel de Medicina -que no le quitaba el sueño, decía, y podía creérsele porque todo el mundo lo sabía modesto y ajeno a homenajes-que merecía de sobra, dicho sea de pasada. Convit fue uno de esos venezolanos que nos reconcilian con nuestro propio país. Pero sí recibió uno de los más altos premios del mundo de habla hispana, el Príncipe de Asturias y otros laureles de importancia del mundo científico.
En estos momentos en que nuestra investigación científica y tecnológica vive sus peores días de las últimas décadas, hasta llegar a umbrales que poco o nada tienen que ver con los de vecinos como Brasil y hasta Ecuador, homenajear esta vida dedicada al conocimiento y su aplicación humanitaria es también un emblema de lo que deberíamos ser en el futuro.
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