Santiago de Chile, 6 mar (EFE).- Una semana después de sufrir el quinto mayor terremoto de la historia, Chile intenta superar la etapa más angustiosa y turbulenta de la tragedia para encarar un dificultoso proceso de reconstrucción.
A las 03.34 hora local (06.34 GMT) del pasado sábado, Chile -el país más sísmico del mundo- sufrió uno temblor de 8,8 grados Richter, que liberó una energía 50 veces superior a la producida por el sismo que en enero pasado devastó Haití.
En dos minutos y medio, amplias zonas del centro y sur del país quedaron devastadas. Al temblor le sucedió pocos minutos después un tsunami del que las autoridades no fueron capaces de avisar a la población de los pueblos costeros.
El balance oficial hasta ahora habla de 452 cadáveres identificados de, por lo menos, 802 muertos que dejó el terremoto. Además, hay dos millones de damnificados y medio millón de viviendas quedaron destruidas.
La magnitud de las pérdidas económicas hace imposible cuantificar el desastre, aunque firmas estadounidenses especializadas en estimaciones de riesgo calculan que los daños ocasionados por el sismo podrían ascender a 30.000 millones de dólares.
La destrucción fue mayor porque después del sismo sobrevino un tsunami y el mar penetró varios kilómetros tierra adentro. Los servicios de la Armada no alertaron oportunamente a la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi).
Enormes olas se abatieron sobre numerosas localidades costeras de las regiones del Maule y Biobío y las arrasaron, con un balance hasta ahora no cuantificado de víctimas mortales y desaparecidos, debido a que recién el jueves el mar comenzó a devolver algunos cadáveres.
La Marina y la Onemi se intercambiaron reproches durante toda esta semana. Finalmente, ayer fue destituido el capitán de navío que estaba al mando del Servicio Hidrográfico y Oceanográfico.
Las comunicaciones también fallaron. La energía eléctrica y las líneas telefónica dejaron de funcionar, lo cual imposibilitó la coordinación de la ayuda de emergencia en los primeros momentos.
"Chile se quedó sin mando estratégico real entre 48 y 72 horas", opinó hoy en entrevista con Efe el analista Santiago Escobar, experto en temas de seguridad.
Escobar compara la fuerza del cataclismo del 27 de febrero con los efectos devastadores de un ataque militar masivo y por sorpresa hecho de manera indiscriminada sobre el territorio.
"El terremoto dejó al desnudo la orfandad política de Chile y la carencia de un dispositivo de comunicación estratégica" para situaciones de emergencia", asegura este analista.
Horas después del temblor, en varias ciudades como Concepción, Santiago y Talca hubo saqueos y otros actos vandálicos que obligaron a la presidenta Michelle Bachelet a decretar el estado de excepción en Maule y Biobío, que quedaron bajo toque de queda durante la noche y buena parte del día.
Además de críticas por el funcionamiento de los planes de seguridad, el terremoto también activó la solidaridad internacional.
Mientras los chilenos comenzaban a organizarse para socorrer a los damnificados por el terremoto, al país llegaron mandatarios internacionales con un mensaje de condolencia y solidaridad y toneladas de ayuda humanitaria.
El primero en arribar el martes fue el mandatario brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, y al día siguiente lo hizo la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, cumpliendo una visita oficial que tenía programada desde hacía tiempo.
Además, Perú y Bolivia dejaron a un lado los contenciosos territoriales con su vecino y acudieron en ayuda de los damnificados.
El mandatario peruano, Alan García, llevó hospitales de campaña y personal médico, mientras que el canciller boliviano, David Choquehuanca, aportó "lo poco que tiene" su país, agua, y prometió dar hasta "sangre si hacía falta". El presidente Evo Morales, por su parte, se bajó el sueldo a la mitad para entregarlo a las víctimas.
España, la Unión Europea, México, Brasil, Argentina, Rusia, Japón y así una larga lista de 35 países y 16 organismos internacionales acudieron en ayuda de Chile para prestarle ayuda humanitaria y colaborar en las labores de rescate.
La reconstrucción se llevará por lo menos cuatro años, reconoció Bachelet, mientras que su sucesor, Sebastián Piñera -quien asume la jefatura del Estado el próximo jueves- asegura que su presidencia "no será la del terremoto, sino la de la reconstrucción".
El país suramericano echa cuentas para saber cuánto le costará ponerse nuevamente en pie y espera que la catástrofe no afecte mucho a su capacidad de recuperación de la reciente crisis económica.
A pesar del desastre, los expertos mantienen prácticamente sin variación sus pronósticos de reactivación para la economía chilena en este año y han revisado ligeramente a la baja su estimación de crecimiento, desde el 5,4% al 5%.
La reconstrucción requerirá muchos recursos. Los expertos calculan que será necesario un incremento del gasto público fuera del presupuesto de unos 5.000 millones de dólares.
Pero además de la aportación del Estado, los chilenos quieren contribuir a levantar las casas, escuelas y fábricas destruidas, y por eso la noche del viernes iniciaron un "Teletón" de 27 horas con el fin de recaudar 15.000 millones de pesos (unos 28 millones de dólares).
La voluntad de superar el episodio más amargo de la historia reciente de Chile la resumió un "twittwero": "Este país es tan largo para que cuando una mitad se cae, la otra le ayude a levantarse".
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