Saber que un muchacho venezolano ha descollado en un mundo donde, por lo dicho, no existe razón alguna para que haya allí competidores venezolanos, es una de esas pequeñas cosas, que algunos considerarán triviales, pero que gratifican el alma
Por: Simón Boccanegra/TalCualDigital
Nosotros no seremos un país de premios Nobel pero hay un montón de venezolanos por ahí por el mundo de los cuales provoca decir, cuando se tiene la oportunidad, que uno es paisano de ellos.
Desde Gustavo Dudamel, nuestra joven gloria nacional, que nos ha puesto en el mapa de la música mayor, entre los grandes directores del mundo, pasando por los esforzados muchachos del Proyecto Cumbre, que han escalado el Everest y cuanto otro montón de tierra se les pone enfrente, hasta, saber, con mucho orgullo, que entre los mejores peloteros de las Grandes Ligas figuran hoy varios compatriotas nuestros, y no como rellenos menores sino como estrellas entre estrellas, da un calorcito en el alma.
Lo dice este minicronista porque también es fanático de la Formula 1, (y, más que yo, mi esposa, que se sabe hasta las escuderías a las cuales pertenece cada piloto). No nos perdemos una carrera. Por lo mismo, particularmente, aunque ni me importa ni me interesa cómo se llama el equipo de Pastor Maldonado, de pronto sabe sabroso enterarse que ganó la categoría antesala de la Fórmula 1 y que tal vez haya abierto ese espacio para sí.
Aunque en este país no se corra nada parecido a la Formula 1 ni exista nada parecido a la mecánica de esos superautos, saber que un muchacho venezolano ha descollado en un mundo donde, por lo dicho, no existe razón alguna para que haya allí competidores venezolanos, es una de esas pequeñas cosas, que algunos considerarán triviales, pero que gratifican el alma.
Si llega, y no hay razón para que no llegue, ya tendremos a quien pujar, en lugar de Fernando Alonso o los brasileños, que hasta ahora son los de la fanaticada hispanoamericana.
Por: Simón Boccanegra/TalCualDigital
Nosotros no seremos un país de premios Nobel pero hay un montón de venezolanos por ahí por el mundo de los cuales provoca decir, cuando se tiene la oportunidad, que uno es paisano de ellos.
Desde Gustavo Dudamel, nuestra joven gloria nacional, que nos ha puesto en el mapa de la música mayor, entre los grandes directores del mundo, pasando por los esforzados muchachos del Proyecto Cumbre, que han escalado el Everest y cuanto otro montón de tierra se les pone enfrente, hasta, saber, con mucho orgullo, que entre los mejores peloteros de las Grandes Ligas figuran hoy varios compatriotas nuestros, y no como rellenos menores sino como estrellas entre estrellas, da un calorcito en el alma.
Lo dice este minicronista porque también es fanático de la Formula 1, (y, más que yo, mi esposa, que se sabe hasta las escuderías a las cuales pertenece cada piloto). No nos perdemos una carrera. Por lo mismo, particularmente, aunque ni me importa ni me interesa cómo se llama el equipo de Pastor Maldonado, de pronto sabe sabroso enterarse que ganó la categoría antesala de la Fórmula 1 y que tal vez haya abierto ese espacio para sí.
Aunque en este país no se corra nada parecido a la Formula 1 ni exista nada parecido a la mecánica de esos superautos, saber que un muchacho venezolano ha descollado en un mundo donde, por lo dicho, no existe razón alguna para que haya allí competidores venezolanos, es una de esas pequeñas cosas, que algunos considerarán triviales, pero que gratifican el alma.
Si llega, y no hay razón para que no llegue, ya tendremos a quien pujar, en lugar de Fernando Alonso o los brasileños, que hasta ahora son los de la fanaticada hispanoamericana.
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