Cuando en 2008 China se alzó con 100 medallas en los Juegos Olímpicos, el mundo la aplaudió de pie. Halagos de todos los ámbitos y culturas se escucharon sobre la disciplina, la espiritualidad y los genes de este pueblo, cualidades que parecían formar un combo invencible en materia deportiva.
Especialmente en las disciplinas de gimnasia, donde se destacaron como nunca antes en su historia. Sin embargo, pronto salió a la luz el secreto de tanto éxito: un entrenamiento tortuoso de los niños desde muy temprana edad en escuelas de alto rendimiento deportivo creadas a imagen y semejanza de las que llevaron a la ex Unión Soviética a lo más alto del podio olímpico. Y, por supuesto, las alabanzas no tardaron en convertirse en un debate internacional respecto de los métodos que el país más poblado del mundo utiliza con el fin de convertirse en la primera potencia mundial también en el deporte, y desbancar completamente a los Estados Unidos, a quien se prevé que pasará por encima en lo económico para 2030.
Esclavos de las medallas. El éxito chino en Beijing 2008 –quedó en segundo lugar del medallero después de los Estados Unidos, pero obtuvo el primer puesto en oros, con 51– sacó a la luz la crueldad de un sistema de entrenamiento que se propone “fabricar” deportistas de alto rendimiento en base al maltrato físico y el sometimiento psicológico desde los primeros años de vida.
No se trata sólo de la obsesión de un padre que pretende encontrar la salvación en un hijo atleta olímpico, sino de una política pública diseñada en los años ’50 por el gobierno comunista y que aún hoy sigue siendo avalada por las autoridades y por gran parte de la sociedad, con un fin estratégico: ser potencia olímpica. Para ello existen escuelas en las que se prepara a niños a partir de los 3 años en distintas disciplinas de gimnasia. En total, en la actualidad hay alrededor de 11.600 instituciones especializadas en deportes y 221 escuelas de élite. Entre unas y otras, se entrenan bajo este régimen más de seis millones de niños menores de 12 años que aspiran a forjarse un lugar en las selecciones nacionales. Lo más llamativo del caso es que no hay una obligación civil de que los niños asistan a estas escuelas, sino que son los padres los que deciden enviar a sus hijos –en la mayoría de los casos hijos únicos, a raíz del régimen que castiga a las familias que tienen más de uno– con el sueño de que se conviertan en deportistas gloriosos ya que eso es garantía de ascenso económico y social. Según declaró el seleccionador español de tenis de mesa, el chino Zhang Dongping: “Un campeón olímpico tiene su vida solucionada. En Pekín, el premio del Estado es de 100 mil euros, pero los gobiernos locales dan más dinero, casa, coche... Una medalla puede suponer hasta medio millón de euros”.
El ingreso se hace a través de una prueba muy exigente en la que se evalúa la destreza física y las condiciones médicas del aspirante. Puede presentarse cualquier niño a partir de los 3 años. Una vez aceptados, el ritmo de entrenamiento es igual al de cualquier régimen laboral: consiste en jornadas de 8 horas, seis días a la semana. Pero no es eso lo que más impacta de estas escuelas de futuros campeones. Decenas de videos y fotografías que circulan en Internet –y que ya han sido difundidos por los medios de comunicación más importantes del mundo– muestran cómo transcurren esas 8 horas cotidianas que hacen a la infancia de estos niños: expresiones de dolor, lágrimas y lesiones físicas hacen a su rutina cotidiana, en la que, según coinciden diversas crónicas periodísticas hechas sobre el tema, la regla tácita reza: “Quejarse está prohibido”.
“Ver cómo entrenan en China fue perturbador. Acabé conmocionado”, declaró Matthew Pinsent, cuádruple medallista británico en remo y ex miembro del Comité Olímpico Internacional (COI), entre muchas otras personas que han confesado públicamente su estupor por lo que sucede en este país asiático. Diversas organizaciones ligadas a la infancia y los derechos humanos también expresaron sus críticas a lo que consideran un sistema verdaderamente polémico, que somete a los niños a un régimen cruel que les roba la infancia. Una de ellas fue Save the Children, que cuestionó los métodos para lograr “un éxito vertiginoso” de China en las Olimpíadas.
“Es una práctica polémica desde muchos puntos de vista. En primer lugar porque se opone en un sentido básico a los valores del deporte y el espíritu del deportista. Por eso no se puede hablar de una política deportiva que contemple a sujetos de una sociedad, sino de un plan cuya única finalidad es obtener resultados certeros que convierte a personas en objetos. Y lo que es aún más cruel, a niños. Ni siquiera se puede hablar de esfuerzo y sacrificio en nombre de un deseo, algo que sucede con un adulto. Porque acá el deseo es de los padres”, señala Ricardo Rubinstein, médico psicoanalista y director de Sport Mind. Y continúa: “El deporte profesional implica no sólo una destreza y una capacidad física, sino que además supone la maduración psicológica del deportista. Un chico de tres años está en edad de jugar y no de ser probado ni exigido como un talento deportivo”, define el profesional, que además es autor del libro Deportes al diván.
Según María del Valle Guerra, licenciada en Estudios Orientales y especialista en Extremo Oriente, es natural que la cultura occidental se horrorice frente a este tipo de prácticas, pero hay que entenderlas desde la filosofía de vida oriental: “La pregunta más elocuente que haría un chino frente a la condena es: ¿Hablamos de derechos humanos según quién? En primer lugar hay que aclarar que este tipo de entrenamiento o formación no es un hecho excepcional que sólo se da en el caso de los gimnastas. Desde que la historia es historia en China, o sea desde el primer imperio, los niñitos son observados desde su nacimiento e incluso desde la concepción y separados con una función especial: como monje, como cantante de ópera, como gimnasta, para ser figura del circo chino o para ser geishas. Tampoco es exclusivo de China, sino que es parte de la filosofía oriental, en la que, por ejemplo, el dolor físico no es lo importante, ni el frío o el hambre. Lo superior es aprender a manejar la mente para que el espíritu tolere todas esas condiciones. Por ejemplo, en Japón los chicos van en short a la escuela en pleno invierno, y los SUMO son separados de su casa a muy temprana edad, sólo pueden dormir 5 horas y tiene una alimentación rigurosa para pasar de 60 a 140 kilos. O un niño que es elegido para ser monje se lo pone en la nieve desnudo para que su cuerpo se acostumbre a soportar el frío, entre muchas otras cosas que nosotros vemos como terribles. Hay que entender que es una cultura diferente que no puede ser analizada según nuestros valores”.
El sueño de un hijo olimpico. Fuera de las instituciones planificadas por el Estado con el fin de crear deportistas de alto rendimiento, es también común que los padres tomen la formación en sus manos. Es el caso del profesor de secundaria chino Huang Daosheng, quien entrena a su hija Huang Li, de 10 años, para que sorprenda al mundo cruzando a nado el Canal de la Mancha y allanarle así el camino que la llevará a ser una nadadora olímpica. El caso recorrió los diarios de China, y a continuación varios de Europa y Estados Unidos, luego de que la nena fuera rescatada del agua a punto de ahogarse, por su propio padre. Había nadado durante tres horas con las manos y los pies atados en el río Xiangjiang, y su madre, al verla ya agotada, pidió ponerle fin al experimento. “Sé que puede continuar, pero temo que pueda estar en peligro. Hace frío y sólo ha comido un bol de fideos antes de empezar a nadar”, explicó la mujer. Y su marido agregó: “La próxima vez nadará más tiempo y la seguiré en un bote para garantizar su seguridad”, indicó el padre a un diario local, al que le contó con orgullo que el año anterior la pequeña había nadado durante 9 horas seguidas.
Otro de los casos que llama la atención del mundo es el de Zhang Himin, una nena de 8 años que llegó a Pekín tras correr 3.550 kilómetros en 55 días acompañada por su padre, el empresario chino Zhang Jianmin, en una bicicleta con motor. La pequeña corre desde los 3 años sometida a un estricto plan de entrenamiento de su padre, que motivó el pedido de divorcio de su madre, quien lo acusó de maltratar a su hija para lograr su objetivo de convertirla en una atleta olímpica. El empresario se defendió: “Hago que el entrenamiento sea divertido para ella. No la obligo. Le encanta correr. Tanto si la gente se opone como si no, seguiremos adelante”. El caso suscitó varias críticas, como la del director de la Federación de Deportes Escolares de China, Liu Hong, quien señaló que la carrera que hizo la nena es “extremadamente dura incluso para un adulto y ella sufrirá daños físicos”.
Fuente: http://ve.mujer.yahoo.com/estilo-de-vida/lifestyles-tortura-china-06092010-98.html
Esclavos de las medallas. El éxito chino en Beijing 2008 –quedó en segundo lugar del medallero después de los Estados Unidos, pero obtuvo el primer puesto en oros, con 51– sacó a la luz la crueldad de un sistema de entrenamiento que se propone “fabricar” deportistas de alto rendimiento en base al maltrato físico y el sometimiento psicológico desde los primeros años de vida.
No se trata sólo de la obsesión de un padre que pretende encontrar la salvación en un hijo atleta olímpico, sino de una política pública diseñada en los años ’50 por el gobierno comunista y que aún hoy sigue siendo avalada por las autoridades y por gran parte de la sociedad, con un fin estratégico: ser potencia olímpica. Para ello existen escuelas en las que se prepara a niños a partir de los 3 años en distintas disciplinas de gimnasia. En total, en la actualidad hay alrededor de 11.600 instituciones especializadas en deportes y 221 escuelas de élite. Entre unas y otras, se entrenan bajo este régimen más de seis millones de niños menores de 12 años que aspiran a forjarse un lugar en las selecciones nacionales. Lo más llamativo del caso es que no hay una obligación civil de que los niños asistan a estas escuelas, sino que son los padres los que deciden enviar a sus hijos –en la mayoría de los casos hijos únicos, a raíz del régimen que castiga a las familias que tienen más de uno– con el sueño de que se conviertan en deportistas gloriosos ya que eso es garantía de ascenso económico y social. Según declaró el seleccionador español de tenis de mesa, el chino Zhang Dongping: “Un campeón olímpico tiene su vida solucionada. En Pekín, el premio del Estado es de 100 mil euros, pero los gobiernos locales dan más dinero, casa, coche... Una medalla puede suponer hasta medio millón de euros”.
El ingreso se hace a través de una prueba muy exigente en la que se evalúa la destreza física y las condiciones médicas del aspirante. Puede presentarse cualquier niño a partir de los 3 años. Una vez aceptados, el ritmo de entrenamiento es igual al de cualquier régimen laboral: consiste en jornadas de 8 horas, seis días a la semana. Pero no es eso lo que más impacta de estas escuelas de futuros campeones. Decenas de videos y fotografías que circulan en Internet –y que ya han sido difundidos por los medios de comunicación más importantes del mundo– muestran cómo transcurren esas 8 horas cotidianas que hacen a la infancia de estos niños: expresiones de dolor, lágrimas y lesiones físicas hacen a su rutina cotidiana, en la que, según coinciden diversas crónicas periodísticas hechas sobre el tema, la regla tácita reza: “Quejarse está prohibido”.
“Ver cómo entrenan en China fue perturbador. Acabé conmocionado”, declaró Matthew Pinsent, cuádruple medallista británico en remo y ex miembro del Comité Olímpico Internacional (COI), entre muchas otras personas que han confesado públicamente su estupor por lo que sucede en este país asiático. Diversas organizaciones ligadas a la infancia y los derechos humanos también expresaron sus críticas a lo que consideran un sistema verdaderamente polémico, que somete a los niños a un régimen cruel que les roba la infancia. Una de ellas fue Save the Children, que cuestionó los métodos para lograr “un éxito vertiginoso” de China en las Olimpíadas.
“Es una práctica polémica desde muchos puntos de vista. En primer lugar porque se opone en un sentido básico a los valores del deporte y el espíritu del deportista. Por eso no se puede hablar de una política deportiva que contemple a sujetos de una sociedad, sino de un plan cuya única finalidad es obtener resultados certeros que convierte a personas en objetos. Y lo que es aún más cruel, a niños. Ni siquiera se puede hablar de esfuerzo y sacrificio en nombre de un deseo, algo que sucede con un adulto. Porque acá el deseo es de los padres”, señala Ricardo Rubinstein, médico psicoanalista y director de Sport Mind. Y continúa: “El deporte profesional implica no sólo una destreza y una capacidad física, sino que además supone la maduración psicológica del deportista. Un chico de tres años está en edad de jugar y no de ser probado ni exigido como un talento deportivo”, define el profesional, que además es autor del libro Deportes al diván.
Según María del Valle Guerra, licenciada en Estudios Orientales y especialista en Extremo Oriente, es natural que la cultura occidental se horrorice frente a este tipo de prácticas, pero hay que entenderlas desde la filosofía de vida oriental: “La pregunta más elocuente que haría un chino frente a la condena es: ¿Hablamos de derechos humanos según quién? En primer lugar hay que aclarar que este tipo de entrenamiento o formación no es un hecho excepcional que sólo se da en el caso de los gimnastas. Desde que la historia es historia en China, o sea desde el primer imperio, los niñitos son observados desde su nacimiento e incluso desde la concepción y separados con una función especial: como monje, como cantante de ópera, como gimnasta, para ser figura del circo chino o para ser geishas. Tampoco es exclusivo de China, sino que es parte de la filosofía oriental, en la que, por ejemplo, el dolor físico no es lo importante, ni el frío o el hambre. Lo superior es aprender a manejar la mente para que el espíritu tolere todas esas condiciones. Por ejemplo, en Japón los chicos van en short a la escuela en pleno invierno, y los SUMO son separados de su casa a muy temprana edad, sólo pueden dormir 5 horas y tiene una alimentación rigurosa para pasar de 60 a 140 kilos. O un niño que es elegido para ser monje se lo pone en la nieve desnudo para que su cuerpo se acostumbre a soportar el frío, entre muchas otras cosas que nosotros vemos como terribles. Hay que entender que es una cultura diferente que no puede ser analizada según nuestros valores”.
El sueño de un hijo olimpico. Fuera de las instituciones planificadas por el Estado con el fin de crear deportistas de alto rendimiento, es también común que los padres tomen la formación en sus manos. Es el caso del profesor de secundaria chino Huang Daosheng, quien entrena a su hija Huang Li, de 10 años, para que sorprenda al mundo cruzando a nado el Canal de la Mancha y allanarle así el camino que la llevará a ser una nadadora olímpica. El caso recorrió los diarios de China, y a continuación varios de Europa y Estados Unidos, luego de que la nena fuera rescatada del agua a punto de ahogarse, por su propio padre. Había nadado durante tres horas con las manos y los pies atados en el río Xiangjiang, y su madre, al verla ya agotada, pidió ponerle fin al experimento. “Sé que puede continuar, pero temo que pueda estar en peligro. Hace frío y sólo ha comido un bol de fideos antes de empezar a nadar”, explicó la mujer. Y su marido agregó: “La próxima vez nadará más tiempo y la seguiré en un bote para garantizar su seguridad”, indicó el padre a un diario local, al que le contó con orgullo que el año anterior la pequeña había nadado durante 9 horas seguidas.
Otro de los casos que llama la atención del mundo es el de Zhang Himin, una nena de 8 años que llegó a Pekín tras correr 3.550 kilómetros en 55 días acompañada por su padre, el empresario chino Zhang Jianmin, en una bicicleta con motor. La pequeña corre desde los 3 años sometida a un estricto plan de entrenamiento de su padre, que motivó el pedido de divorcio de su madre, quien lo acusó de maltratar a su hija para lograr su objetivo de convertirla en una atleta olímpica. El empresario se defendió: “Hago que el entrenamiento sea divertido para ella. No la obligo. Le encanta correr. Tanto si la gente se opone como si no, seguiremos adelante”. El caso suscitó varias críticas, como la del director de la Federación de Deportes Escolares de China, Liu Hong, quien señaló que la carrera que hizo la nena es “extremadamente dura incluso para un adulto y ella sufrirá daños físicos”.
Fuente: http://ve.mujer.yahoo.com/estilo-de-vida/lifestyles-tortura-china-06092010-98.html
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