Que a Chacumbele, en sus delirios de grandeza, se le ocurra gastar una bola de plata que tendría aplicaciones más útiles en otros menesteres, nos crea otra clase de problemas pero no propiamente los de que nos volvamos una potencia atómica. Más bien hay que estar mosca con que los rusos no vayan a vender chatarra
Por: Simón Boccanegra/TalCualDigital
No hay que ponerse paranoico con los planes nucleares de Chacumbele. Primero que todo, toda su faramallería y echonería no pasan de eso. Como siempre, puro aguaje para lo que va a ser una central atómica con fines pacíficos. Los rusos no son estúpidos como para creer que le van a vender una fábrica de bombas atómicas a Venezuela. Por un lado, no les interesa porque todos los países atómicos no quieren ampliar el club atómico sino mantenerlo en su volumen actual.
Por otro lado, saben bien lo que significaría ese paso en el continente americano, tan lejos de Dios y tan cerca de los gringos. En segundo lugar, como con tantos planes fantasiosos de Chacumbele, esa central parece destinada a correr el destino de los lanzacohetes de los cuales habló una vez, a instalar en Barinas o Amazonas. Pura bulla.
En tercer lugar, energía atómica con fines pacíficos se está desarrollando en todo el mundo. Argentina posee cuatro centrales nucleares y Brasil no sé cuántas pero también corre en ese lote. Que a Chacumbele, en sus delirios de grandeza, se le ocurra gastar una bola de plata que tendría aplicaciones más útiles en otros menesteres, nos crea otra clase de problemas pero no propiamente los de que nos volvamos una potencia atómica. Más bien hay que estar mosca con que los rusos no vayan a vender chatarra.
Después de Chernobyl quedó demostrado que la industria nuclear rusa está bastante atrasada y en muchos aspectos obsoleta.
Cuidado y nos venden una cafetera, que no tendrá otros fines, como el satélite chino (que vaya uno a saber para qué nos ha servido), que los de engordar la vanidad de Chacumbele.
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