Margarita Reyes, quien vive con su familia desde hace 28 años en ruinas de Managua, es una de miles de nicaragüenses que, tras décadas de penurias, esperan que el gobierno que elegirán este domingo cree empleos o les ayude al menos a tener pan en la mesa y techar sus casas.
"Trabajo limpiando carros (automóviles), lavando ropa ajena o recogiendo plástico, aluminio, hierro viejo o botellas de vidrio", cuenta esta mujer de 51 años a la AFP. Por esas labores, obtiene aorededor de 4,5 dólares diarios con los que compra el desayuno de sus numerosos hijos y nietos.
Cerca de la vivienda que aloja a la familila de Margarita Reyes, frente al Estadio Nacional, cientos de nicaragüenses pobres que simpatizan con el gobierno sandinista hacen filas para recibir, cada uno, 10 láminas de zinc donadas por el gobierno de Venezuela.
Tres de los seis beneficiados dijeron que esperan que Ortega sea reelecto este domingo para que los siga ayudando, el resto prefiere que gane y que genere empleos.
"Esperamos más viviendas, trabajo. Yo soy soldador y gano poco", dijo Ramón, molesto porque no aparecía en la lista de beneficiados. Sin embargo, el domingo trabajará como fiscal en una mesa de votación de Managua.
Ella y los 15 miembros de su familia viven protegidos por latas y cubiertas de plástico debajo de uno de los pocos edificios en ruinas que aún quedan en un barrio del viejo centro de Managua, como vestigios del terremoto que destruyó la ciudad en 1972.
"Queremos una casa (...) y ayuda del presidente Daniel Ortega", dice Reyes, quien luce preocupada porque su familia sigue creciendo: una nieta soltera, de 14 años, está embarazada.
Todos duermen sobre cartones, excepto Mercedes, una de las hijas mayores que ha conseguido una cama en no muy buenas condiciones; su marido vende objetos en las esquinas de la ciudad y se gana el equivalente a un dólar por día.
Con eso se compra otro poco de comida. "La necesidad tiene cara de perro", dice la muchacha, tratanto de conservar el sentido del humor.
Celia Cruz, ama de casa y madre de dos niños, dice que se "conforma" con que el futuro gobierno le ayude a componer su casa.
Al otro extremo de la capital, cerca del aeropuerto, en un asentamiento de familias en extrema pobreza, que habitan en minúsculas casitas forradas con latas, los vecinos dicen que el domingo votarán por Ortega "porque ha hecho buenas cosas".
"Nos regalaron láminas de zinc", dice Juan, de 25 años, quien vende en la calle, no quiere estudiar y ha caído preso "como 300 veces" --admite-- por vagancia habitual.
Mientras los pobres, en su mayoría, anhelan recibir ayudas básicas para comer y contar con una vivienda digna, los sectores de clase media, particularmente los jóvenes, buscan trabajo o una educación de mayor calidad que los prepare para el futuro.
Según datos oficiales, la canasta básica de alimentos para una familia de seis personas tiene en Nicaragua un costo de 434 dólares, pero el salario mínimo es de poco más de 100 dólares mensuales y el salario promedio de 291 dólares.
El desempleo, que abarca al 53% de la población, obliga a muchos a aceptar salarios por debajo del mínimo legal y a buscar en el mercado informal los recursos para complementar un ingreso de subsistencia.
"Yo gano 6,8 dólares al día" para alimentar a tres personas, dice María, que vende frutas a orillas de la carretera Managua-Tipitapa (20 km al noreste de la capital).
Otros, como Lorenzo Guadamuz, de 63 años, que se gana la vida pescando con sus hijos en el contaminado lago Xolotlan, en Managua, pide que "mejore la situación", pero no con "dádivas". "Nos sentimos como limosneros", dice.
El 45% de los 5,8 millones de nicaragüenses son pobres, pero la inmensa mayoría no tiene trabajo y come lo que puede.
Sin embargo, a los grandes empresarios y a los sandinistas que trabajan para el gobierno no les va mal. Desde hace cinco años, los sandinistas con buenos puestos "están acaparando las compras en bienes raíces (..) y compran propiedades y fincas" de 60.000 a 120.000 dólares, afirmó a la AFP el gestor de bienes raíces Sergio Hernández. "No sé cómo consiguen la plata", concluyó.
Globovisión/AFP
"Trabajo limpiando carros (automóviles), lavando ropa ajena o recogiendo plástico, aluminio, hierro viejo o botellas de vidrio", cuenta esta mujer de 51 años a la AFP. Por esas labores, obtiene aorededor de 4,5 dólares diarios con los que compra el desayuno de sus numerosos hijos y nietos.
Cerca de la vivienda que aloja a la familila de Margarita Reyes, frente al Estadio Nacional, cientos de nicaragüenses pobres que simpatizan con el gobierno sandinista hacen filas para recibir, cada uno, 10 láminas de zinc donadas por el gobierno de Venezuela.
Tres de los seis beneficiados dijeron que esperan que Ortega sea reelecto este domingo para que los siga ayudando, el resto prefiere que gane y que genere empleos.
"Esperamos más viviendas, trabajo. Yo soy soldador y gano poco", dijo Ramón, molesto porque no aparecía en la lista de beneficiados. Sin embargo, el domingo trabajará como fiscal en una mesa de votación de Managua.
Ella y los 15 miembros de su familia viven protegidos por latas y cubiertas de plástico debajo de uno de los pocos edificios en ruinas que aún quedan en un barrio del viejo centro de Managua, como vestigios del terremoto que destruyó la ciudad en 1972.
"Queremos una casa (...) y ayuda del presidente Daniel Ortega", dice Reyes, quien luce preocupada porque su familia sigue creciendo: una nieta soltera, de 14 años, está embarazada.
Todos duermen sobre cartones, excepto Mercedes, una de las hijas mayores que ha conseguido una cama en no muy buenas condiciones; su marido vende objetos en las esquinas de la ciudad y se gana el equivalente a un dólar por día.
Con eso se compra otro poco de comida. "La necesidad tiene cara de perro", dice la muchacha, tratanto de conservar el sentido del humor.
Celia Cruz, ama de casa y madre de dos niños, dice que se "conforma" con que el futuro gobierno le ayude a componer su casa.
Al otro extremo de la capital, cerca del aeropuerto, en un asentamiento de familias en extrema pobreza, que habitan en minúsculas casitas forradas con latas, los vecinos dicen que el domingo votarán por Ortega "porque ha hecho buenas cosas".
"Nos regalaron láminas de zinc", dice Juan, de 25 años, quien vende en la calle, no quiere estudiar y ha caído preso "como 300 veces" --admite-- por vagancia habitual.
Mientras los pobres, en su mayoría, anhelan recibir ayudas básicas para comer y contar con una vivienda digna, los sectores de clase media, particularmente los jóvenes, buscan trabajo o una educación de mayor calidad que los prepare para el futuro.
Según datos oficiales, la canasta básica de alimentos para una familia de seis personas tiene en Nicaragua un costo de 434 dólares, pero el salario mínimo es de poco más de 100 dólares mensuales y el salario promedio de 291 dólares.
El desempleo, que abarca al 53% de la población, obliga a muchos a aceptar salarios por debajo del mínimo legal y a buscar en el mercado informal los recursos para complementar un ingreso de subsistencia.
"Yo gano 6,8 dólares al día" para alimentar a tres personas, dice María, que vende frutas a orillas de la carretera Managua-Tipitapa (20 km al noreste de la capital).
Otros, como Lorenzo Guadamuz, de 63 años, que se gana la vida pescando con sus hijos en el contaminado lago Xolotlan, en Managua, pide que "mejore la situación", pero no con "dádivas". "Nos sentimos como limosneros", dice.
El 45% de los 5,8 millones de nicaragüenses son pobres, pero la inmensa mayoría no tiene trabajo y come lo que puede.
Sin embargo, a los grandes empresarios y a los sandinistas que trabajan para el gobierno no les va mal. Desde hace cinco años, los sandinistas con buenos puestos "están acaparando las compras en bienes raíces (..) y compran propiedades y fincas" de 60.000 a 120.000 dólares, afirmó a la AFP el gestor de bienes raíces Sergio Hernández. "No sé cómo consiguen la plata", concluyó.
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