Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital
Sin duda que han estado muy aguadas las celebraciones del décimo aniversario de la gloriosa gesta de abril de 2002 en la cual el Presidente cayó, ¡qué susto!, y milagrosamente resucitó en menos de tres días, ¡benditos sean el protector cura Porras y el bravo general Baduel!
Lo de aguado algo tiene que ver con las lluvias intempestivas, el cambio climático pues. Con la enfermedad presidencial que no le permitió sino un conversatorio de media noche y un balcón del pueblo más bien infeliz. Pero, sobremanera, también con el cansancio de un mismo cuento repetido 10 largos años, con pequeños agregados cada vez más hiperbólicos sobre el papel del pueblo bravío y su Gran Capitán.
Elides Rojas ha opinado al respecto que solo falta en la historia oficial describir cómo el Presidente, íngrimo en Miraflores, decidió salir a enfrentar la marcha escuálida y entrarse a piña con sus dirigentes hasta ponerlos en fuga, entre otras páginas épicas inéditas. Lo cual es concomitante con el olvido de tantas debilidades que no son sino leyendas urbanas y reaccionarias: saltos de talanqueras, arreglos parlamentarios, pies en polvorosa, lágrimas y arrepentimientos, sotanas bienhechoras, el inexplicado Lucas Rincón, el sáquenme de esta tierra con viáticos suficientes y otras maledicencias que nunca faltan en los grandes días.
Pero, a pesar de todo, hubo cosas memorables. A nosotros nos sorprendió, por ejemplo, el tino historiográfico de El Aissami que comparó el brevísimo mando de Carmona con las dictaduras prolongadas y sangrientas de Pinochet, Franco y otros gorilas; que es como mucho, pienso.
O que Maduro, el canciller, llamara maricón a Capriles y los suyos, cosa políticamente muy incorrecta en los tiempos que corren, y que ha traído la natural repulsa de los concernidos directamente por ese insulto machista y malandroso; los cuales, por lo demás, son un número de votantes no despreciable. Asunto que revela una falta de formas, virtud capital en la diplomacia; falta de roce, digamos.
Nos pareció también conmovedor que hayan sacado una comiquita con la vida del Jefe, basada en la rigurosa versión de ésta del periodista Díaz Rangel. Y hablando de publicaciones, al parecer hay un libro del no menos fino internacionalista Germán Sánchez Otero, que vino para su bautizo, donde cuenta la canallada que le hizo al candidato opositor, purititas coincidencias, quien lo ayudó a salir del brete en que lo pusieron unos exaltados esos días fogosos, cuando representaba a Cuba entre nosotros. Pero desgraciadamente se le salió que el mismísimo Fidel fue el que ordenó que pusieran una escalera para que el alcalde entrara en la Embajada, lo cual indica que no fue ningún invasor artero sino un invitado ansiosamente esperado.
Por ahí hasta se oyó que Capriles fue prácticamente el gestor de la sampablera de abril. Lo cual no solo es un desafuero colosal sino que contradice la imagen de pendejo que el Presidente trató de vender de su rival en un discurso bastante memorable. Chávez siempre es capaz de superarse a sí mismo, por su elevada reflexión y su cervantina retórica en el Balcón del Pueblo. ¿Pendejo y puso el país patas arriba? No insistamos en la abierta contradicción de esos asertos.
En definitiva, lo concreto es que se constituyó un Comando Antigolpe, no vaya a ser que Henrique vuelva por sus fueros.
Lo cual es un insulto para los servicios secretos nuestros y cubanos que se suponen hacen ese oficio. Pero bueno, seguro mató a confianza.
Esperamos el año que viene por estos días, que a no dudar serán otros.
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