JOSÉ GUERRA/TalCualDigital
Dos episodios son claves para entender el proceso contemporáneo de la deuda pública de Venezuela. Ambos tienen que ver con el aumento de los precios del petróleo.
El primero de ellos ocurrió entre 1974 y 1978 cuando la primera administración de Carlos Andrés Pérez, a marcha forzada, se lanzó a un agresivo plan de industrialización con el objeto de expandir significativamente la capacidad de producción de hierro, acero, aluminio y generación de electricidad.
Fueron concebidos todos esos proyectos como vertientes de un modelo que privilegiaba la intervención del Estado en la economía. Similarmente, se emprendió un masivo plan de financiamiento de la producción agrícola, a través del Fondo de Crédito Agropecuario y el extinto Banco de Desarrollo Agropecuario (Bandagro) y de impulso a la industria manufacturera mediante el Fondo de Crédito Industrial y su correspondiente palanca financiera a la pequeña y mediana industria con la creación de Corpoindustria.
El proyecto de CAP igualmente contempló la ampliación del alcance de la línea aérea bandera de Venezuela, Viasa, y también el reforzamiento del gobierno como vendedor y distribuidor de alimentos con la creación de Corpomercadeo. Valoraba CAP que los elevados precios petroleros que empezó a recibir Venezuela a partir de 1974 tenían que ser aprovechados para proyectar lo que él llamó la Gran Venezuela.
El precio petrolero que en 1973 estaba en US$/barril 3,6 saltó hasta US$/barril 10,3, lo que marcó el inicio de parte de los problemas que todavía estamos viviendo. La deuda pública total que en 1973 se situó en US$ 1.708 millones, equivalente a 10,0 del PIB, se expandió a un monto de US$ 11.400 millones, lo que significaba 29,0% del PIB: Muchos disfrutaron y se beneficiaron de este endeudamiento, otros se hicieron los locos pero algunos alertaron sobre las consecuencias de ese ritmo frenético de acumulación de deuda, entre estos últimos destacaron Juan Pablo Pérez Alfonzo y Jorge Olavarría.
LAS DISTORSIONES
La razón del crecimiento de la deuda radica en un hecho simple pero poderoso: los ingresos fiscales eran insuficientes para financiar un nivel de gasto desbocado y muchas veces improductivo. Y cuando los ingresos no alcanzan alguien tiene que pagar lo que gastamos en exceso. CAP, que recibió de Caldera, en 1973, el déficit fiscal en 1,1% del PIB, lo llevó hasta 5,6% del PIB en 1974.
Hugo Chávez y su sempiterno ministro Jorge Giordani, con el manejo de las finanzas públicas de Venezuela, agravaron y potenciaron todas las distorsiones del primer gobierno de CAP. Pero lo peor no ha sido eso, sino que no aprendieron ninguna de las dolorosas lecciones que se derivaron de ese lapso y que con un nivel mínimo de raciocinio económico era de fácil comprensión.
Chávez heredó de Caldera, en 1999, un país paralizado económicamente pero con un nivel de endeudamiento relativamente bajo. La deuda total de la nación era de US$ 27.484 millones, lo que representaba 28,7% del PIB y el precio petrolero alcanzaba a US$/barril 9,4, hoy está en más de US$/barril 100,00.
A partir de 2004 pero con especial énfasis desde 2007, tiró Hugo Chávez una parada muy arriesgada: la de magnificar el rol del Estado en la economía aprovechando los jugosos ingresos petroleros de los cuales disfrutaba Venezuela.
En la mesa de juego financiero en que se convirtió el país, Chávez, chequera en mano, nacionaliza la Cantv, la Electricidad de Caracas, el Banco de Venezuela, Sidor, todas las empresas del cemento, Lácteos Los Andes, las compañías petroleras de la Faja del Orinoco, y una gama impresionante de empresas cada una de ella más absurda que la otra.
Parte de esas empresas fueron pagadas, pero otras no han podido ser canceladas porque el gobierno ya no tiene los raudales de dólares que tenía en el pasado reciente, con los cuales podía Chávez retar a los dueños de empresas. Aquel gobierno todopoderoso hoy debe mucho dinero y está demandado en tribunales por maula.
Como era de esperarse, esa multiplicación del papel del Estado en la economía debía tener sus consecuencias en la economía, como efectivamente las tuvo. Los superávit se trocaron en déficit y los ingresos petroleros y no petroleros se volatilizaron en una especie de ruleta de ineficacia y corrupción, donde un conjunto de burócratas manejan entes públicos como si se tratara de unos corsarios que se hicieron con un botín. Expresión de lo anteriormente narrado han sido los crecientes déficit fiscales que consignan las cuentas públicas y que han conducido a un proceso de endeudamiento tan veloz como irresponsable, como se evidencia en el gráfico.
ADEFESIO
Ese adefesio que ha significado la emisión de deuda en dólares pagadera en bolívares, no se había visto en Venezuela. Su origen es otro adefesio peor o igual que el primero y que vino con la reforma León-Cabeza en 2005 de la Ley del BCV, y que creó posteriormente un mecanismo llamado Sitme, que no es otra cosa que la venta a futuro de las reservas internacionales.
El crecimiento, más que el nivel de la deuda, se ha traducido en el hecho de que el principal rubro que absorbe ingresos del presupuesto nacional, no es ni la salud, ni la educación, sino el pago de la deuda con 20% del gasto público.
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