Por: Teodoro Petkoff/TalCualDigital
La brutalidad de la arremetida de la Alcaldía de Jorge Rodríguez, quien a su vez es el jefe de campaña de Chávez, contra un grupo bastante numeroso de pequeños propietarios de locales comerciales y galpones en Catia ilumina cómo viene entendiendo el gobierno de Chávez, cada vez con mayor encono, sus relaciones con los sectores populares. Sin expropiación legal de por medio, sin avalúo de las propiedades, sin promesa de pago, la mandarria es el símbolo de la "acción revolucionaria" consistente en tumbar unos locales con el pretexto de que los terrenos sobre los que están ubicados se necesitan para construir viviendas.
Por supuesto que la atención al problema de la vivienda que el chavismo ha descubierto trece años después de estar al mando de la República es muy loable; pero no se puede adelantar pasando una aplanadora por encima de la Constitución y las leyes, despojando de sus bienes a los pequeños propietarios, literalmente agrediéndolos, derribando techos y paredes todavía con la gente y sus corotos adentro, puesto que no hubo aviso previo ni anuncio de expropiación.
Es lo que los enviados de Jorge Rodríguez han hecho esta semana en Catia. Ya la "revolución" perdió todo pudor; ya ni siquiera simula preocupación por los humildes. Es un signo de los tiempos. Algunos sienten que el fin está muy cerca y quieren exprimir "lo suyo" a toda mecha. Porque detrás de este abuso hay un guiso. El jefe de la operación, o los jefes, desalojan por un lado, y por el otro, ellos mismos traen la constructora cómplice, que, desde luego, no dejará de mostrar su agradecimiento. Pero el negocio no termina allí. Del stock de cemento y cabillas para la construcción, los pillos venden una parte de "contrabando", a precios dos y tres veces superiores al supuestamente comercial.
El truco que hicieron con los habitantes del barrio que estaba sobre la avenida Libertador, a las alturas del Colegio de Ingenieros, fue más cínico. Los desalojaron prometiéndoles una indemnización por sus bienhechurias, luego procedieron a multarlos por "ocupación ilegal de terrenos municipales". El monto de la multa fue igual al de la indemnización, "así que quedamos en paz". Cero mata cero.
Pero en Catia, los demoledores tropezaron con la nueva conciencia que está brotando de los profundos socavones del pueblo pobre respecto de esta farsa. La gente se alebrestó y logró contener la furia de los mandarriazos y obligó a los agresores (la Alcaldía de Jorge Rodríguez y Jacqueline Farías) a sentarse a negociar y a buscar soluciones prácticas y no las del abuso de poder. Porque este golpea por igual a los chavistas y a los no chavistas. Entre los 150 damnificados creados hasta los momentos por el deslave causado por el alcaldazo es bien probable que un porcentaje cercano a la mitad esté en la esfera de influencia del chavismo. ¿Cómo habrán visto esos venezolanos esta "acción revolucionaria" de su gobierno? Seguramente la próxima encuesta de Schemel (Hinterlaces) traerá una ventaja de 105% de Chávez sobre Capriles.
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