SIMÓN BOCCANEGRA/TalCualDigital
Reflexionando un poco sobre los sucesos de Paraguay, este minicronista cree que el golpe contra Lugo comenzó a gestarse desde que ganó las elecciones.
La determinación de tumbarlo era tan fuerte que los golpistas ni siquiera se pasearon por el detalle de que bastaba esperar ocho meses para que Lugo entregara la presidencia a quienquiera que fuera su sucesor, lo cual hacía del derrocamiento algo completamente innecesario y más bien contraproducente para los gestores de la "hazaña".
Pero es que para colorados y liberales, los dueños de Paraguay, el más pobre de los países suramericanos y el de los peores índices de injusticia social, Lugo fue visto como una especie de intruso y usurpador, que para colmo, trataba, infructuosamente, por cierto, de adelantar un muy tibio programa de reformas sociales, que ni eso estaba dispuesto a tolerar ese 1% de la población que ocupa el 77% de las tierras agrícolas y ganaderas.
Las razones aducidas para defenestrar a Lugo son tan especiosas, que aun si pueden ser encuadradas dentro del marco constitucional paraguayo, no alcanzan a disimular el olor de jugada politiquera. La Constitución les sirvió a los golpistas de piso político sobre el cual poner a andar el golpe.
Cosa curiosa, ahora en América Latina hasta para dar golpes es preciso guardar ciertas formas y mal que bien colocar un golpe sobre el pedestal constitucional. Por otro lado, el comportamiento de Lugo le restó la base política y moral sobre la cual se sustentó su victoria hace cuatro años, facilitando así la tramoya que lo sacó del poder. No era propiamente un dechado de virtudes el curita Lugo y muy probablemente eso explica que más protestas contra su derrocamiento ha habido fuera de Paraguay que dentro de ese país. Por lo visto se quedó sin dolientes.
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